La organización alardea de que es la tercera vez que lo hace. En esta ocasión la sombra de la llamada "Organización ecologista internacional" se ha proyectado sobre el Parlamento desde la pluma de la grúa de construcción del edificio, un edificio que es respetable y por todos debería ser respetado.
Tres escaladores alcanzaron la parte más alta de dicha grúa y desplegaron una gran pancarta de 32 metros de longitud. Las cuatro horas y media que consiguieron mantenerla extendida les llenan de orgullo tanto como a la totalidad de los demócratas españoles deberían llenarnos de vergüenza.
Porque quizá estos intrépidos escaladores no sepan, debido a su juventud, cuánto trabajo nos costó a los que formamos las generaciones de la transición dotarnos de una institución parlamentaria democrática que nos permitiera vivir en paz, y desde luego se saltan la elemental regla de convivencia consistente en respetar escrupulosamente el recinto y sus inmediaciones.
Una actuación repetitiva
Se jactan de que lo hacen "otra vez", y es cierto. La primera ocasión fue una escalada al tejado, la segunda el intento de poner bufandas a los leones, especialmente simbólicos por su historia para cualquier español de bien.
Las "actuaciones" sobre el Ministerio de Agricultura, otro de sus objetivos más insistentes, completan el mosaico de ataques que se dirigen de manera específica a Parlamento e instituciones cuando es el Partido Popular quien gobierna. Las esperpénticas desaladoras símbolo de la disparatada concepción socialista de la gestión ambiental pueden esperar tranquilas sin que ningún escalador pruebe en ellas sus grandes facultades.
Pero no se trata de defender a uno u otro partido, sino de exigir la inviolabilidad del Parlamento y sus inmediaciones, es decir, de no consentir a esta llamada "organización internacional " lo que no se consiente a ningún grupo, ni partido, ni grupúsculo español. Se trata de un entorno democráticamente sagrado.
Si caemos en la tentación y analizamos la razón aducida por Greenpeace para ese tercer "asalto" al Parlamento, al menos empezamos a vernos las caras sin máscaras verdes que enturbien o disimulen las intenciones. El propio comunicado oficial de Greenpeace dice defender de la nueva Ley, que llaman "Mordaza" a “mareas ciudadanas”, “colectivos antideshaucio”, “preferentistas”, etcétera. Sin entrar en la oportunidad o legitimidad de estas aspiraciones, está muy claro que sólo de forma muy remota se las podría asimilar con la protección a la naturaleza. Los movimientos realmente ecologistas deben ser puros, sinceros y lo menos relacionados posible con cualquier grupo político o partidos en el gobierno o en la oposición. Si hay una causa que se pueda proponer como capaz de unir a dichas fuerzas en un objetivo común es precisamente la defensa de nuestra casa común, de una naturaleza que debe ser “madre”, pero no “diosa” que se pretenda imponer a patrias y religiones. Flaco favor hace a nuestra causa la radicalización política de sus supuestos defensores.
Y al decir "nuestra causa" me refiero a la de quienes hemos hecho de la naturaleza nuestro objeto de trabajo, nuestra profesión y nuestra ilusión, sin que por ello renunciemos a nuestras convicciones democráticas y a nuestro patriotismo.
Verdaderos defensores
Recordemos en este sentido un brillante ejemplo: cuando en los comienzos de los ya lejanos años sesenta el entonces llamado "Coto de Doñana" iba a convertirse en una plantación de eucaliptus con previa desecación de la marisma, dos de los más brillantes biólogos españoles, los profesores Francisco Bernis y José Antonio Valverde manifestaron su oposición a tal desastre ambiental mediante escrito dirigido al Jefe del Estado, el mismísimo Francisco Franco, apelando a su patriotismo. Franco reaccionó en el acto y Doñana comenzó a salvarse. Realmente no se trataba de naturalistas pusilánimes ni mucho menos cobardes.
Mientras Greenpeace se jacta de estar "otra vez en el Parlamento" para alinearse con los grupos sociales referidos, España se une a la defensa de las directivas de la Unión Europea dedicadas a la naturaleza. Amigos de la Tierra, Ecologistas en acción, Seo BirdLife y WWF España, se coordinan bajo el lema "Revive tu naturaleza" sumándose a la defensa de las dos directivas europeas de conservación de la naturaleza, la de Aves y la de Hábitats que la UE pretende revisar a la baja.
La crisis económica, el fantasma griego y las economías en materia de defensa ambiental que podrían derivarse de estos factores hacen que podamos encontrarnos en breve plazo ante una naturaleza europea menos protegida que nunca, esto sí nos moviliza a los verdaderos implicados en la gestión profesional y eficaz del Medio Ambiente.
Si Greenpeace pretende apartarse de estas bases y unirse a los movimientos populistas habrá que exigirle que, al menos, respete, como todos los demás deben hacer, el Parlamento y su entorno, y además de manera escrupulosa y sin excepción ni bandería alguna.
Porque el fantasma de lo que se llamó en los años setenta "ecologismo sandía" pesa todavía sobre quienes actuamos con intenciones tan limpias como lo es la propia naturaleza, cuando se la deja funcionar según sus reglas elementales.
Una pregunta final. Greenpeace se define como "internacional", lo que le obligaría a ser aún más exigente en su respeto a los países que acojan sus sedes, pero si no es así habrá que preguntarse quiénes son las naciones que se unen para revolotear sobre nuestro Parlamento, ya que una de las acepciones del término es "aquello que se realiza por varias naciones", o también que “relaciona a unas naciones con otras”, o que “se realiza en diferentes naciones.” Vamos a jugar con limpieza y sin máscaras ni tatuajes faciales, que en España vamos siendo ya democráticamente mayorcitos.