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Miguel del Pino

La ciudad dorada: salvad a las abejas

Las abejas mueren en masa en estos momentos prácticamente a nivel mundial, y no se conocen realmente las causas.

Las abejas mueren en masa en estos momentos prácticamente a nivel mundial, y no se conocen realmente las causas.
Abejas trabajando en el panal | Pixabay/CC/PollyDot

Recientemente entrevistábamos en nuestro programa Jungla de Asfalto a uno de los naturalistas españoles más prestigiosos, Roberto Hartasánchez. Roberto es poseedor del premio "Panda de Oro", máximo galardón concedido hasta la fecha por WWF España, que compartió con el SEPRONA cuando dicha organización cumplió su cincuenta aniversario.

Como él mismo suele reconocer con orgullo, se trata de uno de los discípulos de Félix Rodríguez de la Fuente que se inició en la labor de defensa de la naturaleza siendo apenas un adolescente y siguiendo con entusiasmo el ejemplo del gran comunicador.

El primer gran mérito de Roberto fue la creación del Fondo asturiano para la protección de los animales salvajes (FAPAS), que consiguió establecer la paz entre el paisano y el oso en las tierras asturianas que constituyen la Patria Chica del naturalista.

Comprendiendo con clarividencia las causas de la persecución que sufría el oso pardo en la cornisa cantábrica hace apenas unas décadas, el FAPAS plantó medio millón de frutales para que los osos no atacaran las plantaciones de los paisanos, colocó colmenas para el oso con la misma intención, colaboró en la concesión de ayudas para reparar los daños de los osos sobre el ganado, por otra parte más escasos de lo que se decía; en definitiva, hizo comprender que el mítico oso podía ser un excelente recurso turístico y que un oso vivo valía mucho más que un oso muerto.

Siempre se aprende charlando con personajes como Roberto, que nos sorprendió al decir que al lobo le ha salido un nuevo enemigo que puede hacer mucho daño a la especie: hablamos del teléfono móvil, con el que los ganaderos recogen y publican de inmediato en las redes las imágenes del ganado atacado por el cánido. Nada menos fotogénico que una oveja recién degollada, así que al lobo se le viene encima el peso de sus rapiñas de manera fulminante.

Pero la tarea más acuciante y también posiblemente la más complicada de todas las que ha abordado el FAPAS es, según declaraciones del naturalista, la defensa de las abejas. Las abejas mueren en masa en estos momentos prácticamente a nivel mundial, y no se conocen realmente las causas primarias de este llamado "Síndrome de despoblamiento de las colmenas".

Las abejas son imprescindibles para la polinización de numerosas especies de plantas entre las que se cuentan muchas de las más importantes para la agricultura y fruticultura. Verdaderamente estamos lejos de conocer cuáles serían las consecuencias de la desaparición de las abejas, pero sin duda nos encontraríamos ante una de las mayores catástrofes ecológicas de la historia de nuestro planeta.

Porque plantas con flor y abejas han evolucionado juntas, y aunque los vegetales disponen de otros medios, como el viento o el agua, para transportar el polen desde el aparato masculino de la flor al femenino, muchas especies dependen exclusivamente de los insectos polinizadores para realizar la fecundación.

Para evitar los efectos degenerativos de la consanguinidad, la evolución ha procurado mecanismos para que la polinización sea cruzada, es decir entre flores diferentes, de manera que el vuelo de los insectos, como las abejas, llevan polen o políneos de unas flores a otras: es el mejor mecanismo para conseguir la diversidad genética y la mejora de las especies vegetales.

El despoblamiento de las colmenas, sean domésticas o salvajes, es por tanto un verdadero desastre. Hace algunas décadas saltó la alarma al descubrirse un parásito demoledor para las abejas: un ácaro llamado "barroa".

La barroa acabó con colmenas enteras y hubo necesidad de atacarlo con acaricidas que no fueran inofensivos para el ambiente: supuso un buen golpe para los apicultores, pero poco a poco se fue controlando, al menos de manera parcial.

Pero la barroa no ha sido el único problema para las colmenas; poco a poco la mortalidad progresiva observada en las proximidades de las colmenas, o la inexplicable reducción del número de efectivos de las sociedades, hicieron saltar la alarma a nivel mundial y obligaron a reconsiderar si los tratamientos agrícolas con insecticidas podrían ser la causa del problema.

Hay que reconocer que es muy posible que así sea y que, de manera urgentísima, haya que revisar la naturaleza de los plaguicidas que actualmente se están empleando en fruticultura y en agricultura en general, porque una buena parte de las abejas muertas son abatidas por el "fuego amigo" del agricultor al fumigar las plantaciones.

Ya están identificados algunos de los plaguicidas potencialmente peligrosos para las abejas, y aunque es prematuro y poco prudente elaborar una lista definitiva para establecer prohibiciones, hay que instar a la investigación, dedicando los medios necesarios, para que la lucha contra las plagas sea compatible con la supervivencia de las abejas. Así de sencillo, y a la vez así de difícil.

Es mucho lo que se ha escrito y divulgado sobre la maravillosa estructura de las sociedades de insectos, y en particular de la de las abejas. El nombre de colonia queda muy corto para definir la complejidad de su funcionamiento, de manera que hubo que adjudicar dicho término de "sociedad", y definir a estos grupos del orden himenópteros, abejas, termes y hormigas, como "insectos sociales".

A la colmena se le ha dado poéticamente el nombre de "Ciudad dorada", ya que sus intrincados pasillos interiores con paredes formas por celdillas hexagonales de cera se encuentran embadurnados por la preciada miel que fabrican las obreras. La reina vive en una cámara real muy grande, y en las celdillas se crían las larvas que darán lugar en su mayoría a hembras estériles llamadas obreras.

Los machos, mucho más escasos, nacen por un mecanismo genético llamado "arrenotoquia", un desarrollo del óvulo sin fecundación que da lugar exclusivamente a individuos masculinos, mientras los huevos fecundados se convierten en obreras.

El nombre de zánganos que se adjudica a los machos suele ser tomado como símbolo de la pereza y la ociosidad, ya que tales machos no fabrican miel ni defienden la colmena y tienen como función principal la fecundación de la reina durante los llamados "vuelos nupciales" de ésta. En realidad también cooperan en las funciones de mantenimiento de la temperatura y del reparto de alimento entre las obreras. En cualquier caso suelen ser matados por éstas una vez que han fecundado a la reina.

Por si el funcionamiento de la colmena no fuera suficientemente prodigioso (tienen hasta aire acondicionado producido por el batir de las alas de las obreras cuando sube la temperatura), el descubrimiento de la "Danza de las abejas" fue uno de los más asombrosos para los científicos.

Cuando una obrera encuentra una fuente de polen suficientemente atractiva, vuelve a la colmena, se posa sobre una pared y ejecuta una danza con la que indica a sus compañeras donde se encuentra dicha fuente, en función del ángulo entre el sol y la dirección de sus pasos, y la distancia a la misma que marca con la frecuencia de la vibración de los movimientos de su abdomen. ¿No es maravilloso?

Nos permitimos modificar el lema tan en boga de "Salvad las abejas" por el de "Investigad para salvar las abejas". Es cuestión sumamente importante.

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