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Miguel del Pino

La Rabia, bajo control

La alarma declarada en torno a este caso es de nivel 1, es decir, mínima. Se ha tratado de un aviso, pero desde luego muy digno de tener en cuenta en el futuro.

La alarma declarada en torno a este caso es de nivel 1, es decir, mínima. Se ha tratado de un aviso, pero desde luego muy digno de tener en cuenta en el futuro.
Fotografía de archivo de un Pitbull | EFE

Sólo era cuestión de tiempo que apareciera un caso de rabia en la Península. Estamos cercados por dos amenazas difíciles de combatir: por el norte la rabia salvaje, que portada por diferentes especies de mamíferos, como zorros o murciélagos, no consigue ser erradicada por las autoridades ambientales de los diferentes países; por el sur, el peligro que suponen los perros afectados en el norte de África, incluso en nuestro vecino Marruecos.

Durante muchos años, erradicada la rabia de España, se seguía con fidelidad una sencilla receta: absolutamente todos los perros debían ser vacunados y revacunados anualmente: sólo así se conseguiría una población canina doméstica preparada para la aparición de un posible brote.

Los veterinarios y los divulgadores nos manteníamos inflexibles en aconsejar la necesidad de vacunar y revacunar, y los propietarios eran en su inmensa mayoría responsables y cuidadosos en el mantenimiento al día de la cartilla sanitaria de los perros. Cumplían así un deber de civismo digno del mayor elogio, y asumían el costo económico y las molestias de la vacunación sabiendo que la enfermedad no existía en su entorno y que su perro no corría peligro real.

Era fácil convencer a los propietarios de que aplicaran la vacuna tetravalente vírica (moquillo, hepatitis, leptospirosis y parvovirosis) a sus cachorros, pues todos conocen la alta posibilidad de que éstos contraigan esas peligrosas enfermedades infantiles y mueran, no era éste el caso de la lejana e improbable rabia… pero vacunaban.

Y la rabia llegó

La noticia ha saltado con la lógica fuerza a los medios de comunicación: el pasado uno de junio un mestizo de alguna de las razas de presa que cargan con la fama de peligrosas, muerde a cuatro niños y a su padre en una localidad toledana, huye, es abatido, se realizan los correspondientes análisis en el sistema nervioso central del animal… y el protocolo se convierte en el primer caso de rabia detectado en España desde 1978.

No era falso alarmismo; el perro procedía de Marruecos donde la enfermedad no ha sido erradicada, y había entrado en España por Cataluña siguiendo una ruta que al parecer pasaba por alguna localidad aragonesa. Inmediatamante, activados los protocolos de seguridad, se inmuniza a los niños lesionados y se establecen barreras de protección en torno a las zonas que podría haber visitado el perro enfermo. Hay que aclarar que, a pesar de llevar tantos años sin ningún caso comprobado, las autoridades sanitarias sabían bien cómo actuar, lo han hecho, y podemos tranquilizar a la población y no exagerar la alarma más allá de lo científicamente recomendable. Sanidad, Virología, Agricultura y Comunidad afectada, en este caso Castilla la Mancha, han coordinado sus trabajos para establecer los niveles de alarma y riesgo adecuados al grave problema.

La alarma declarada en torno a este caso es de nivel 1, es decir, mínima. Se ha tratado de un aviso, pero desde luego muy digno de tener en cuenta en el futuro.

El peligro de las legislaciones autonómicas

Los propietarios de perros sanos que seguían las instrucciones de vacunar anualmente a sus mascotas demostraban ser mucho más responsables que algunos legisladores de las distintas Comunidades Autonómicas que se precipitaron relajando las normas en cuanto a las fechas de vacunación, e incluso aquéllos que levantaron la obligatoriedad de mantener las campañas anuales.

Es necesario reunificar inmediatamente la norma, volver a obligar en toda España a vacunar una vez al año a la totalidad de perros y otros mamíferos domésticos susceptibles de contraer la enfermedad. Si algunos mandatarios desoyen la llamada a la unidad nacional desde razones políticas, cívicas o patrióticas, que al menos no se muestren sordos al escuchar la voz de la Ciencia. Sirva para ello la lección del ejemplo toledano.

La situación actual del brote de rabia

Consultadas las principales autoridades implicadas, podemos tranquilizar a las poblaciones más próximas al recorrido del perro afectado y de su ataque final y abatimiento. No está justificado el terror, ni la aversión a los perros y a sus propietarios. Sólo es cuestión de revisar la cartilla de nuestros animales, cumplir las órdenes de revacunación y evitar que los perros campen por sus respetos sin collar y correa o bozal en su caso, y es muy grato presumir siempre de tener el perro mejor educado en lugar de ser los cómplices, por omitir su adiestramiento, del can "matón" del barrio o del parque.

El científico benefactor que descubrió la vacuna

La ingratitud de los ciudadanos con los científicos hace frecuente que sólo nos acordemos de alguno de ellos cuando una epidemia o un caso como el que comentamos salta a la actualidad. Fue el gran Louis Pasteur quien obtuvo y aplicó con carácter pionero la vacuna antirrábica. La médula desecada al sol de un perro rabioso, tratada para convertirse en una posible vacuna, esperaba sin que el médico y microbiólogo se decidiera a aplicarla. La necesidad le obligó, al tener noticia de un chiquillo que había asido objeto del brutal ataque de un perro rabioso.

La terapia, es decir, la primera vacuna antirrábica, salvó la vida del niño, lo que constituía en la época un verdadero milagro científico. Más adelante el agradecido muchacho se convirtió en ayudante inseparable del investigador. Se trata de una hermosa historia y de un verdadero acontecimiento en la historia de la medicina. El previo descubrimiento de la terapia por vacunación por parte de Edward Jenner había abierto el camino a una nueva forma de enfrentamiento a las enfermedades, alguna de ellas como la viruela, el carbunco o la propia rabia, eran, y en algunos casos son aún intratables por otros procedimientos.

Hablando con exactitud científica, los niños mordidos no han sido vacunados, sino inmunizados con globulinas antirrábicas. La vacuna es un medio preventivo, para inocular antes de ser contraída la enfermedad: la seroterapia consiste en la inoculación de las correspondientes defensas una vez que el agente ha entrado ya en contacto con el afectado, como en el caso de los niños de Toledo. La vacuna provoca la creación de defensas en el paciente; la seroterapia le facilita, de forma pasiva, las defensas, ya elaboradas, necesarias para resistir.

Ni un solo perro sin vacunar en España. Ese debe ser el primer objetivo.

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