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Miguel del Pino

La reina oveja

Han bastado las festivas declaraciones de Carmena para sembrar una capa de ridículo sobre uno de los proyectos más ecológicos de las últimas décadas.

No se trata del título de un musical, sino de la entronización por las calles de Madrid de la oveja merina, que propone la Señora Alcaldesa de la Villa y Corte. A Doña Manuela Carmena le ha gustado tanto la Fiesta de la Trashumancia que pretende convertir en habitual el paseo reivindicativo del rebaño de merinas por la Calle de Alcalá.

También muestra su deseo de que un rebaño de ovejas haga funciones de jardinería en la Casa de Campo madrileña, y para ello anuncia la correspondiente licitación sobre tan curioso servicio.

Han bastado estas festivas declaraciones de la máxima Autoridad Municipal para sembrar una capa de ridículo sobre uno de los proyectos más realmente ecológicos e interesantes de las últimas décadas: la reivindicación de los viejos caminos de la Mesta por parte del prestigioso naturalista español Jesús Garzón.

Puedo asegurar a la Señora Carmena que la intención de Garzón, con cuya amistad me honro, no era sólo convocar una jornada lúdica ni poner bucólicos ovinos a pastar en un parque público. Cuando hace 22 años las ovejas cruzaron por primera vez la calle de Alcalá acompañados por sus pastores, sus perros y un vistoso cortejo nunca visto en el corazón de la Villa, lo hicieron para denunciar un problema ecológico apremiante: la invasión y destrucción de los caminos y cordones de la Mesta.

Nos referimos al conjunto de Leyes y Privilegios establecidos por Alfonso X, no en vano llamado "El Sabio", a partir del año 1273. Se trataba de proteger a los pastores que llevaban sus rebaños por los caminos de la trashumancia para que encontraran libres de obstáculos insalvables las rutas necesarias para su periódico paso en busca del mejor aprovechamiento de los pastos.

La Mesta, y en definitiva la trashumancia, son uno de los mejores ejemplos de la excelencia en lo que hoy llamaríamos "ordenación del territorio". Ovejas y vacas, o mejor dicho sus pastores, debían respetar a su paso viñas, praderas, dehesas (como la Casa de Campo por ejemplo), "rutas de guadaña" y otras zonas de aprovechamiento que los rebaños pudieran alterar.

Por exclusión de las zonas vedadas se fueron diseñando unos caminos, que en algunos puntos especialmente delicados se medían en sus máximos por un cordel plomado en ambos extremos que portaban los guías de los rebaños; eran los "caminos de la Mesta", esos cuyos últimos restos pretendía Garzón reivindicar con su genial campaña que puso a las ovejas en la mismísima Puerta de Alcalá hace ya veintidós años.

Es Jesús Garzón un gran "científico de campo", si se me permite la expresión. En sus comienzos fue sobre todo un prestigioso ornitólogo que llegó a ser Director General de Medio Ambiente de la Junta de Extremadura, pero su breve paso por la política no le impidió vestirse de pastor y presentarse en Madrid todos los años con su bucólico cortejo.

Lo que Garzón había comprendido es que los caminos de la Mesta aún supervivientes, y empleo este término porque tales rutas son ríos de vida, podían tener una gran importancia en el mundo rural de la actualidad. Encontrarnos con una red de cañadas y cordeles, respetados durante siglos, abre paso a la lucha contra el aislamiento y despoblación de zonas rurales remotas, permite acceder a dichos espacios en caso de sufrir incendios y puede suponer un gran apoyo al desarrollo del turismo rural y otras actividades económicamente rentables.

De esta reivindicación nació en su momento el desfile que ha encantado a la Señora Alcaldesa, que propone que los rebaños se paseen por Madrid con más asiduidad. Habría que aclararle que la Mesta no pretendía interrumpir la vida de las ciudades; lo que ocurre con la calle de Alcalá es que era el borde de la ciudad, y por eso discurría la ruta por ella.

De manera que si la iniciativa de Jesús Garzón se va a convertir en un nuevo objeto de molestia para los madrileños en caso de unirse a tantas y tantas celebraciones domingueras que en la actualidad padecen, el simpático cortejo que trae el Campo a la Ciudad una vez al año, dejaría de ser grato para convertirse en molesto.

Las ovejas de la Casa de Campo no suponen ningún descubrimiento. Hace años que un rebaño ovino viene pastando por aquel espacio, pero habrá que recordar que no es lo mismo gestionar un espacio de uso ganadero que un Parque Público y que se requiere la gestión profesional de la Ordenación del Espacio; no un calentón bucólico ante el encanto de las ovejitas.

Por cierto: una de las reivindicaciones de los ganaderos en la presente XVIII Edición de la Fiesta de la Trashumancia en Madrid es el aumento del consumo de la carne de cordero, y en este sentido la Alcaldesa se ha manifestado remitiendo a los más carnívoros a determinadas carnicerías que tienen "buena carne". Pero ¿no somos en su Consistorio animalistas y veganos?

Sin duda estas declaraciones carnívoras van a chocar frontalmente con la filosofía de aquéllos entre sus colaboradores y asesores que manifiestan su fervor por el veganismo, a no ser que sólo pretendamos "jugar a pastores" y acariciar las lanas ovinas con añoranzas pastoriles.

Si las próximas Fiestas de San Antón van a tener, como el pasado año, orientación "animalista", no estaría de más que el conferenciante antitaurino explicara a su público (este año muy escaso), cuál será el destino de los corderitos que traigan al mundo las ovejas del Rebaño Municipal con sede en la Casa de Campo. Alguien podría preguntar al ponente si se dejará a los corderos crecer felices junto a sus madres y hacerse adultos hasta que crezcan sus cuernos espirales y les permitan dirimir combates territoriales. A los becerros bravos sí se les permite.

Sobre la marcha se me ocurre otra reivindicación. Me contaba el propio Jesús Garzón que la ruta anual con que inician la Fiesta de la Trashumancia comenzaba en una dehesa de la localidad extremeña de Piedras Albas, allí donde los libretistas de la zarzuela Luisa Fernanda, hicieron nacer a su protagonista, Vidal Hernando. En ese comienzo de la ruta que terminará en la Puerta de Alcalá los participantes cantan a coro la famosa Romanza de los vareadores, del tercer acto de dicha obra.

¿No podría servir este hermoso comienzo de la ruta con aires de zarzuela para que volvamos a disfrutar de este género en los Veranos de la Villa con la dedicación que merece? El verano próximo…Luisa Fernanda en la canícula de la Villa y Corte.

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