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Miguel del Pino

La vida en los balcones de Madrid

El buen madrileño se resfría en la Sierra y que la naturaleza que le gusta es la de los canarios y los geranios en los balcones.

Decía Antonio Díaz Cañabate, el genial "Caña", en su castizas crónicas de Madrid, que el buen madrileño se resfría en la Sierra y que la naturaleza que le gusta es la de los canarios y los geranios en los balcones.

Cuando el costumbrista Cañabate hacía estas referencias allá por los años sesenta, ya se había quedado anticuado, pero algo había de verdad. Los madrileños ya habíamos descubierto los placeres de la nieve y del esquí, e incluso estas modernidades habían llegado a la zarzuela con el Don Manolito de Sorozábal que comienza en un refugio de montaña del Guadarrama; pero geranios y canarios cantando no faltaban en tantos y tantos balcones de la Villa y Corte.

Los canarios y los geranios se habían encontrado en nuestros balcones a partir de procedencias muy distintas. Los geranios, supuesto paradigma de planta de flor española, tienen origen en realidad en Sudáfrica y no está del todo claro a través de qué circunstancias llegaron a conquistar un puesto de privilegio en nuestra flora doméstica. Entre la flora silvestre española hay plantas del género Geranium, es decir, verdaderos geranios, pero no se cultivan como plantas ornamentales y sus flores no son especialmente llamativas.

Los geranios cultivados, sudafricanos como ya sabemos, pertenecen al género Pelargonium y otros afines, y son espectaculares por su belleza floral y sumamente sencillos de cultivar: tierra de brezo mezclada con otra arenosa, sol a placer y una orientación al exterior en cualquier balcón o pared española… y a disfrutar de la maravilla de su floración.

Mi querido amigo el Padre Mundina suele hablar de un "decálogo" para el cuidado de los geranios. Sigan sus consejos, pero no olviden un peligro al que tantas veces hace también referencia el "cura de las plantas": el ataque de la mariposa australiana.

Parece una historia de Ciencia-ficción: una mariposa insignificante procedente de Australia ha llegado a nuestra península y ha encontrado en los geranios el sustrato ideal para prosperar; en las vistosas flores hace la puesta, las orugas se introducen en el interior del tallo y lo reducen a algo parecido a cenizas de tabaco, todo ello ante la desesperación de los aficionados que ven cómo una de las plantas más sencillas de cultivar se convierte en una rareza.

Todos los laboratorios implicados en la obtención de plaguicidas y abonos están intentando acabar con esta plaga, que responde al nombre científico de Cacyreus marshali. Algo se va consiguiendo pero son muchos los geranios dañados. Una planta inmigrante desde Sudáfrica es descubierta y atacada por una mariposa llegada desde Australia. A veces ocurren cosas muy extrañas en la naturaleza cunado interviene la mano del hombre.

Por si fuera poco las grandes ciudades, Madrid entre ellas, han reducido notablemente sus plantillas urbanas de "policía ornitológica". Nos referimos a la disminución de la población urbana de gorriones que son uno de los mejores aliados en la lucha contra las plagas de insectos. Las mariposas Cacyreus tienen vía libre para encontrarse con los geranios.

Vamos ahora con los canarios para recordar que tampoco es aconsejable sacarlos al exterior en los balcones como se hacía hasta bien poco; la abundancia de urracas y el establecimiento de colonias de cernícalos y otras rapaces en pleno corazón de la ciudad y sobre todo en los barrios periféricos, hace que sean frecuentes los ataques a los pájaros enjaulados, de manera que es preferible protegerlos en el interior, si bien en lugares bien iluminados. Cosas de los tiempos modernos.

Antes se hablaba en Madrid de "canarios balconeros", calificativo que se aplicaba a los más alegres y sonoros, sin entrar a valorar demasiado las excelencias de su repertorio ni la musicalidad de sus giros canoros. Se trataba de canarios de tipo primitivo, muy próximos a su ancestro, el canario silvestre. También eran conocidos como "canarios del país".

Más alcurnia se reconocía a los llamados "canarios flauta", procedentes éstos de importaciones de Alemania o de Francia, caracterizados por un canto más melódico, pero también menos vigoroso. A partir de los canarios del país se fue seleccionando una raza española que fue reconocida por la Confederación Ornitológica Mundail con el nombre de Timbrado Español. Las "Flauta" se encuadran actualmente en las razas Malinois y Roller, una variedad para cada gusto en el oído de los cultivadores.

Sin entrar en detalles por el momento sobre la complejidad y las curiosidades de la canaricultura, queremos señalar la magnífica lección de educación ambiental que supone ver nacer en nuestras casas a estos pajarillos domésticos. Las costumbres de nidificación y cuidado de las crías llenan de admiración a quienes las contemplan por primera vez, y en el caso de los niños suelen ser garantía de que en el futuro no se convertirán en agresores ambientales.

Conviene recordar que no se trata de capturar y enjaular pájaros silvestres, sino de seguir unas cadenas de reproducción que se remontan a más de quinientos años. Los canarios y otras pequeñas aves similares, así como los populares periquitos, son tan domésticos como lo puedan ser un perro o un gato.

En definitiva, en nuestros tiempos nos vemos obligados a añorar el Madrid de los geranios y los canarios balconeros, unos y otros cada vez más escasos. Nunca lo hubiera sospechado el bueno de Cañabate.

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