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Miguel del Pino

Las Carabelas Portuguesas

Si coincide con las Physalias en un apacible baño cerca de la costa no se detenga a contemplar sus bellos reflejos azules; simplemente nade hacia la orilla con todas sus fuerzas.

Si coincide con las Physalias en un apacible baño cerca de la costa no se detenga a contemplar sus bellos reflejos azules; simplemente nade hacia la orilla con todas sus fuerzas.
Carabela Portuguesa varada en la playa | Archivo/Corbis

Varadas en la playa resultan tan extrañas como lo sería cualquier criatura extraterrestre surgida de la más fecunda imaginación. Nadando, en alta mar o frente a las costas, gracias a su campana flotadora de color azul índigo, las Carabelas portuguesas -científicamente Physalia physalis- parecen diminutos barcos que flotan con su vela desplegada al viento.

¿Pero son realmente medusas?

Generalmente así son llamadas en los medios de difusión cada vez que su presencia en las costas españolas las hace populares, pero realmente las Physalias son bastante más complicadas: no son simples medusas, sino colonias, y tampoco colonias de medusas, sino combinaciones de medusas y filamentos tipo pólipo. Pólipos y medusas son las dos formas de vida en que se presentan los animales de este grupo, recordemos los tiempos del colegio cuando el profesor de Ciencias Naturales nos hablaba de los Celentéreos.

La estructura de la carabela portuguesa puede compararse con un barco tripulado por infinidad de pólipos y medusas. La colonia flota sumergida bajo un disco llamado sifón, y sobre éste, sobresaliendo de la superficie, la increíble campana flotadora hinchada como un globo, pero no sólo rellena de aire, sino de una compleja mezcla de gases entre los que se encuentra el argón, verdaderamente raro en la composición de los seres vivos.

Los componentes de la colonia sumergida se diferencian en varios tipos: los más largos, que forman barbas colgantes en todo el perímetro, son llamados filamentos pescadores, y están plagados de los diminutos botones urticantes que proporcionan a pólipos y medusas su poder agresivo. Estos botones, que son otra maravilla de este grupo animal, son como diminutas cestas en cuyo interior se arrolla un arpón capaz de inyectar el contenido tóxico que contienen. Es difícil imaginar algo más sofisticado en un ser evolutivamente tan primitivo.

Por dentro del contorno venenoso de los filamentos pescadores bulle una multitud de pequeñas medusitas en forma de copa: son los gonozoides, elementos reproductores de la colonia; se dividen en individuos masculinos y femeninos y al madurar y fecundarse se cargarán de huevos que verterán al mar para producir nuevas colonias. Finalmente hay otros, como pequeñas mazas colgantes, que contienen los fermentos capaces de digerir las presas capturadas y poner sus nutrientes a disposición de la colectividad. Estos minúsculos aparatos digestivos se denominan gastrozoides.

Falta el capitán de la tripulación

En este colectivo no hay un "capitán gobernante". Todo funciona de manera automática y en este automatismo sí encontramos muestra de que en realidad se trata de un superorganismo primitivo que no pasa de ser una colonia, aunque compleja. Es la suma de la actividad de cada miembro lo que permite a todos sobrevivir.

Dicho de otra forma, las Physalias no atacan, simplemente chocan; tampoco navegan de manera activa, sólo se dejan arrastrar por las corrientes. Si un bañista se ve rodeado de estas "carabelas portuguesas", denominación marinera de la colonia, no debe temer ser perseguido, a no ser que el oleaje juegue en su contra.

Huyendo de la quema

Ante un encuentro con estos extraños seres flotantes, trate de ganar metros buceando en contra de su avance. Las Physalias no se sumergen, sólo flotan, el peligro es que cuando salga para respirar vuelva a encontrarse rodeado por ellas, y así sucesivamente hasta llegar al agotamiento.

No es la toxicidad del veneno de los filamentos pescadores lo que puede resultar mortal, sino la gran concentración de "latigazos urticantes" que puede tener que soportar el infeliz nadador sorprendido por esta escuadra. Se han dado casos de encuentros con resultado mortal, aunque la pasividad del desplazamiento de los individuos coloniales debe permitir a un buen nadador sobrevivir para contarlo.

Rodeadas de leyendas

Las carabelas portuguesas reúnen cualidades muy capaces de hacerlas objeto de leyendas marineras, como las exageraciones sobre su peligrosidad y el atribuirlas apariciones en las costas con ritmos de exactitud casi previsibles. Si escucha o lee que en España se presentan en las costas de la Bahía de Santander cada siete años exactos, no haga demasiado caso: son simplemente creencias populares que no gozan de exactitud científica.

En cualquier costa española pueden presentarse los escuadrones de carabelas portuguesas, nunca en forma aislada, siempre formando bancos muy numerosos, aunque hay que reconocer que es en el Cantábrico donde resulta más frecuente su presencia.

Analizando a fondo estas criaturas marinas

Sabemos ya que no son medusas, sino colonias, y que estas colonias están formadas por indivíduos muy diferentes y especializados en castas: cazadora, digestiva y reproductora, además de contar con elementos tan diferenciados como campanas flotadoras. Todo esto tiene algo de "extraterrestre" para los profanos en zoología.

Pero los zoólogos, sin abrir el terreno a lo imaginativo, se limitan a clasificar a las carabelas portuguesas entre los animales Celentéreos de la clase de los Hidrozoos, orden Sifonóforos, nombre derivado del Sifón, o elemento de soporte sobre el que flota la campana y bajo el que se sumerge la colonia.

De manera que poco a poco hemos ido desentrañando los secretos de esa bella forma zoológica que al varar muerta en la playa más parece un resto de fregona que un prodigio del mundo animal. En su naturaleza de colonia llama especialmente la atención desde el punto de vista científico considerar como los individuos se han ido especializando en diferentes formas y funciones: estamos en la frontera entre el animal individual y el organismo complejo. Si se nos permite añadir un término más, Colonia heteromorfa llaman los zoólogos a  esta condición diversificada de los miembros coloniales.

Physalia no es el único representante de su grupo, pero sí el más conocido y uno de los más peligrosos. Por descargar un poco la tensión, citaremos otros sifonóforos mucho más pequeños, éstos inofensivos, que parecen diminutos barquitos de papel que un niño hubiera arrojado a la mar: son las Velellas, que no tienen campana flotadora, sino una velita que las hace navegar en función del viento marino. Seguimos estando en un mundo de animales tan poco conocidos a nivel popular como interesantes científicamente.

Del mar sólo cabe esperar sorpresas: calamares gigantes en los fondos, peces de profundidad que se iluminan con sus propias linternas bioluminiscentes, monstruos como las ballenas azules: los animales más grandes que ha visto nuestro planeta, con inclusión de los dinosaurios, o curiosidades tan increíbles como estas escuadras de barcos tan profusamente tripulados.

Si coincide con las Physalias en un apacible baño cerca de la costa no se detenga a contemplar sus bellos reflejos azules; simplemente nade hacia la orilla con todas sus fuerzas.

Miguel del Pino es Biólogo y Catedrático de Ciencias Naturales

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