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Miguel del Pino

Muñecas para las monas

La verdadera madre no pierde de vista a su hijo y sólo permitirá seguir el juego a las jóvenes que muestren una habilidad en el manejo de su “muñeco”.

La verdadera madre no pierde de vista a su hijo y sólo permitirá seguir el juego a las jóvenes que muestren una habilidad en el manejo de su “muñeco”.

Los animales inteligentes suelen aprender mediante el juego las habilidades que más adelante serán fundamentales para su vida. El naturalista sueco Linneo, padre de la sistemática y taxonomía de los seres vivos, llamó a estos animales "educabilia", es decir, susceptibles de recibir educación y de ensayar jugando.

Dice un proverbio árabe "O un mono que hace reír, o una gacela que hace llorar", rechazando en cierto modo los términos medios. Ante el foso de los monos del zoológico, el público suele pasarlo en grande riendo las mil gracias de sus habitantes, pero en realidad la observación detenida de su conducta mueve a la reflexión y a la emoción bastante más que a la simple hilaridad.

Los papiones juegan en el Zoo

Ancla Vamos a detenernos ante la instalación para la colonia de papiones que no suele faltar en ningún zoológico que se precie; suelen albergar una colonia de papiones de cabeza de perro (Papio cynocephalus) o algunas variedades afines, y su compleja conducta social es objeto de horas de observación por parte de muchos estudiantes, no sólo de zoología, sino también de psicología y otras ciencias similares.

Particular interés merece la conducta de los grupos juveniles, así como de los machos, adultos dominantes y subordinados, y sobre todo de las hembras con pequeños. A estas últimas vamos a dedicar nuestros comentarios.

La maternidad supone para cualquier monita una inmediata subida de rango. Todas las hembras en edad para ello dedican sus mayores afanes a la función reproductora y a la atención a las crías, y aunque estas especies de papiones han perdido la condición arborícola y en la naturaleza han pasado a formar colonias en los bordes de bosques y en los promontorios rocosos, conservan los intensos comportamientos maternales que caracterizan a todos los primates y que les permiten sacar adelante a sus pequeños en las difíciles condiciones de la vida entre las ramas. Las monas son solícitas y excelentes madres.

Los machos simplemente toleran a los pequeños y no parecen demasiado impresionados por sus constantes incitaciones al juego; ellos se preparan para la defensa de la colonia y están demasiado atareados en los protocolos sociales que les permitirán en el futuro acceder a la condición de dominantes. Entre tanto, las jóvenes hembras… juegan a las muñecas.

¿Son sexistas los juegos de los primates?

Las madres de la colonia llevan a sus hijos pegados al pecho durante las semanas de su "primera infancia". El bebé se agarra con todas sus fuerzas al pelo de su madre y pasa gran parte de su tiempo prácticamente pegado a sus mamas. Un monito de esta edad huérfano no sobrevive sin un cálido peluche que le recuerde el tacto y el confort que la piel y el pelo de su madre le proporcionaban, así transcurre esta delicada etapa de su existencia.

Un poco después, en una segunda etapa, el pequeño cabalgará sobre el dorso de la madre y sólo se aventurará a saltar al suelo en especiales condiciones de tranquilidad y siempre sin alejarse demasiado. No hace falta decir que buscará de nuevo refugio en su "bus maternal" a la menor señal de peligro.

Y ahora viene lo más curioso de la observación: las monitas subadultas en edad próxima a la fertilidad se sienten especialmente atraídas por estos pequeños y merodean tratando de apoderarse de ellos por un rato para "jugar a ser madres"; es inevitable la comparación con las muñecas de nuestras niñas.

La verdadera madre no pierde de vista a su hijo ni un solo momento y sólo permitirá seguir el juego a las jóvenes que muestren una habilidad en el manejo de su "muñeco" que indique que su proceso de maduración discurre de manera adecuada; si sus modales son torpes o bruscos se verán muy pronto desposeídas de su juguete y tendrán que esperar para poder ensayar algo tan delicado e importante como el cuidado de un bebé.

Estas y otras parecidas observaciones sobre conducta animal nos hacen reflexionar sobre la importancia del juego para preparar con eficacia el inventario de habilidades y reflejos que más adelante serán tan importantes, incluso de cara a la supervivencia. Los animales cazadores jugarán a cazar, los que evitarán a los predadores corriendo jugarán a perseguirse y a veces llagarán a intercambiar sus papeles, como en el juego que Félix Rodríguez de la Fuente llamó "del lobo y del cordero", observado en los cánidos salvajes cuando en sus juegos van intercambiando sus papeles de cazador y presa.

Cuando un grupo animal tiene que sacar adelante a sus crías en ambientes de alta dificultad, o cuando éstas requieren cuidados minuciosos y duraderos, no es extraño que los juegos infantiles remeden las actitudes maternales y supongan ensayos para el futuro. De manera que también las pequeñas monas suelen jugar a las muñecas.

Otros monos están jubilados

No queremos olvidar a otros monos que la pasada semana han sido tema de actualidad en la prensa: nos referimos a los chimpancés que todavía formaban parte de los animalarios de algunas instituciones científicas norteamericanas con destino a las investigaciones médicas y que acaban de ser relevados en esta función para pasar a formar parte de la dotación de reservas para su protección y supervivencia. Es hora de agradecer a estos animales su contribución a la salvación de vidas humanas. Los avances de los últimos años hacen coincidir a la comunidad científica en la conclusión de que su sacrificio ya no es necesario.

Hasta el mismísimo Galeno, sucesor en la Roma clásica del griego Hipócrates, llegó a publicar descripciones de anatomía, supuestamente humana, basadas en disecciones practicadas a chimpancés capturados en la costa oeste africana y muertos en la arena. Parece que nuestro pariente de las selvas se ha ganado a pulso una jubilación dorada.

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