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Miguel del Pino

Paraíso con petróleo

La Ciencia suele ser el mejor antídoto para estas discusiones envenenadas.

La triste polémica establecida entre el Gobierno Central y Coalición Canaria en relación con el proyecto de prospección petrolífera en aguas españolas relativamente próximas a las islas de Lanzarote y Fuerteventura, podría tener consecuencias catastróficas para nuestra convivencia y nuestra economía.

El artículo del profesor Llamas en Libre Mercado es suficientemente contundente como para dejar las cosas bien claras, pero las partes interesadas en que España no aumente sus recursos de petróleo distan mucho de mostrarse convencidas. Mientras siguen corriendo ríos de tinta, puntualicemos algunos aspectos del problema.

Los riesgos del petróleo

Es sabido que los mayores riesgos de la explotación del petróleo se encuentran no en su extracción, sino en su transporte. La mayor parte de los accidentes catastróficos para el medio ambiente no se han producido en las plataformas de extracción, sino al derramarse el crudo en accidentes sufridos por barcos petroleros, a veces insuficientemente protegidos. Las rutas del transporte del petróleo deben ser los principales puntos de observación, ¡y Canarias se encuentra dentro del área de influencia de dichas rutas!; también las Islas Galápagos, comparables a Canarias en cuanto a su valor como santuarios naturales.

Inmediatamente salta la pregunta. ¿Cuáles son las razones de que se consientan tales rutas y se ponga el grito en el cielo ante el anuncio de una simple prospección?

Reconocemos a Canarias como un paraíso natural lleno de singularidades que hacen al Archipiélago merecedor de la máxima protección. Sin embargo, de pedir que dichas medidas correctoras de posibles impactos sean especialmente rigurosas, a exigir a España que renuncie a la investigación de sus posibles recursos energéticos, dista todo un abismo. Lo que se pide en las recientes campañas apoyadas de manera especial por la organización Greenpeace, es que España no explote ningún posible recurso petrolero, no sólo el que presuntamente puede albergarse en las aguas profundas españolas de Canarias.

Por cierto: la simulación de una mancha de vertido realizada por Greenpeace ha tenido lugar en la playa tinerfeña de Las Teresitas, la más próxima a Santa Cruz y la que permite disfrutar del baño a los habitantes de la capital. Pues bien: Las Teresitas son una playa artificial, con arena que en su momento fue transportada en barcazas desde el Sahara. ¿Se imaginan las trabas que en estos momentos se pondrían por parte de ésta y otras organizaciones ecologistas a una operación de este tipo?

Prospecciones y extracción.

La realización de prospecciones de petróleo en aguas profundas son siempre una labor delicada que evidentemente, y no nos engañemos, entrañan un riesgo ambiental. Los estudios de Impacto, valoran hasta qué punto ese riesgo es asumible y cuáles serían las medidas correctoras en caso de ser necesario intervenir para evitar daños. Un E.I.A. (Estudio de Impacto Ambiental) puede arrojar resultado negativo, positivo, o negativo con medidas correctoras previas. El E.I.A emitido por el Gobierno Español acaba de ser contestado por otro de Greenpeace. ¿A quién reconocemos autoridad en este sentido?

La multinacional Repsol ofrece realizar la prospección desde un moderno barco extractor, con renuncia a la instalación de una plataforma. Parece una forma prudente y de riesgo mínimo, pero nada de esto aplaca la encendida polémica. Para algunos, España tiene que quedar en desventaja con respecto al resto de países del mundo que no renuncian a las prospecciones de recursos energéticos.

Hay que salir de la duda

Desde el punto de vista científico es necesario aclarar de manera urgente y solvente, con todas las medidas de protección ambiental necesarias, qué recursos encierran las posibles trampas petrolíferas del Archipiélago canario. Lo peor sería mantener una incógnita que atraería la permanente atención y codicia de otros posibles competidores en el entorno. Una vez aclarado este punto habría que pasar a valorar las posibilidades de explotación y de su compatibilidad con el resto de los recursos de las maravillosas Islas.

Los estudios de Impacto Ambiental incluyen componentes subjetivos, como el grado de aceptación de las obras por parte de la población que las va a sufrir de manera más próxima. La población canaria está siendo sometida a una tremenda presión política y ecologista que sólo se puede contrarrestar con la rigurosa información sobre lo que se pretende hacer, con todo el detalle posible, su necesidad en este caso para la economía nacional, y sus posibles consecuencias.

El Gobierno español debería divulgar y explicar todos y cada uno de los aspectos implicados en el proyecto de prospección objeto de tanta polémica, es decir, las valoraciones de sus estudios de Impacto Ambiental. Ante el silencio o la desinformación de los ciudadanos, basta una sábana negra extendida en una playa (aunque ésta sea artificial) para que el ecologismo radical triunfe sobre la Ciencia.

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