Volvemos al entorno del Parque Nacional de Doñana al comenzar el otoño. Nos adelantamos a los gansos que pronto "lloverán" del cielo cuando la marisma se inunde. Vendrán del Norte Europa, donde tienen sus espacios de cría veraniegos y, como muchos turistas europeos ricos, pasarán en las aguas someras del Parque Nacional un dulce y cómodo invierno.
Y que sea por muchos años, porque si se van confirmando las amenazas de desecación por extracciones ilegales de agua que actualmente amenazan a este lugar, Patrimonio de la Humanidad, es posible que un día los ánsares se queden sin cuarteles de invernada en la desembocadura del Guadalquivir, y eso será un malísimo síntoma también para el hombre.
Decimos que lloverán gansos y efectivamente así lo parece cuando en los atardeceres plomizos de las lagunas en que se refleja la Ermita del Rocío, estas grandes anátidas se dejan caer a plomo sobre las aguas de ese paraíso que tantas jornadas llevan buscando.
Pero vamos a un tema muy práctico: las cadenas de supermercados europeos que compran más del 20% de los frutos rojos producidos legalmente en el entorno de Doñana se han unido para apoyar la campaña de la organización WWF en contra de las extracciones, los pozos y los cultivos ilegales (1.000 pozos y 3.000 hectáreas ilegales respectivamente), que amenazan la supervivencia de este enclave único en el mundo.
No hablamos de romanticismos ni de ecologismos utópicos, sino de más de 400 millones de euros que anualmente revierten en el entorno del Parque Nacional como consecuencia del cultivo legal de frutos rojos, especialmente de fresas. Se ha hablado poco de este tema, pero casi el 70% de las fresas que se comercializan hoy en España proceden de los cultivos legales de los bordes de Doñana.
Un excelente ejemplo de "sostenibilidad" que permite compaginar el desarrollo económico con la supervivencia de la fauna y la flora de un enclave. "Patos con fresas" no es una receta culinaria, sino una excelente receta ecológica que ya ha demostrado sus excelentes resultados.
Pero lo conseguido en el entorno de la legalidad tiene muy difícil la competencia con lo ilegal o lo picaresco; por esta razón WWF pide a la Junta de Andalucía que cumpla la Ley eliminado los cultivos ilegales y cerrando los pozos que carecen de licencia y que secan las lagunas marismeñas. No se trata sólo de proteger a la fauna, sino también a los agricultores que trabajan en la legalidad.
El apoyo de las importantes cadenas de supermercados a que nos referíamos al principio puede ser de vital importancia para que prosperen las peticiones científicas. La "marca Doñana" debe ser garantía de sostenibilidad, ahora que tanto hablamos, no siempre con razones probadas, de cultivos ecológicos.
No se trata de legislar, sino de aplicar lo ya legislado, como el Plan de la Corona Forestal de Doñana, que ya fue en su momento aprobado por la Junta de Andalucía y que parece que nunca va a empezar a ponerse realmente en marcha.
A lo largo de las últimas décadas ha habido muchos intentos de rentabilizar el entorno de Doñana que han ido sucesivamente fracasando: un entorno que se encontraba extraordinariamente deprimido. El turismo periférico y sus peligrosas carreteras son un obstáculo mortal para los linces; la cría del cangrejo rojo de las marismas, especie introducida devastadora de la fauna fluvial prácticamente ha desaparecido, los cultivos que implican la utilización masiva de plaguicidas no tienen futuro en este santuario. Las fresas por el contrario han sido un éxito rotundo.
Evidentemente también hay que acabar con el furtivismo, que sigue habiendo, pero afortunadamente ha retrocedido notablemente, igual que el empleo de venenos. Si entre unos y otros no somos capaces de mantener con salud el Parque Nacional, y de convertir su patrimonio natural en riqueza para la población humana del entorno, algo estamos haciendo muy mal. Rematadamente mal.