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Miguel del Pino

¡Que viene el lobo!

Muy novedosa es la sugerencia de que con las ovejas convivan burros para que alerten con sus rebuznos ante el olor lobuno a los pastores.

Efectivamente. El lobo ha venido a Madrid el domingo 13 de Marzo, y no nos referimos a la presencia del proscrito en territorio de la Comunidad madrileña, sino en la mismísima Puerta del Sol.

Realmente lobos-lobos no eran, pero los míticos canes estaban bien representados por los miembros de casi doscientas asociaciones naturalistas que se dieron cita para esta manifestación insólita bajo un lema bien clarificador: "lobo vivo lobo protegido".

Mitificado en el medio urbano, odiado hasta la calumnia en el medio rural, el Canis lupus signatus es siempre mediático y los periódicos de papel se han ocupado esta semana con profusión de la convocatoria que comentamos. El responsable de especies de WWF, Luis Suárez, apuesta por medidas preventivas para disminuir el número de ataques del lobo al ganado ovino y rechaza que la gestión de la especie deba limitarse tan sólo a la caza.

En la actualidad el lobo se extiende a lo largo y ancho de más de 90.000 kilómetros de la superficie de España, lo que supone un área de 91.620 Kilómetros cuadrados. Acaba de ser publicado el Censo Nacional de la especie, elaborado por el llamado Grupo de Trabajo del Lobo, del que se deduce que en el momento actual hay en España 297 grupos familiares, posiblemente más que hace una década.

Al tratarse de una especie social, es más importante hablar de grupos funcionales que de individuos: de hecho, cuando se abate algún ejemplar sea de manera legal o furtiva, el resultado no es el mismo si se trata de una loba reproductora, de un inmaduro o de un macho alfa líder dela manada. La principal crítica al control exclusivo de la especie por medio de la caza es que el trofeo más valorado suele ser precisamente el macho alfa, cuya pérdida causa especial daño a la manada.

La gestión y el control de la especie oscila en función de las Comunidades de que se trate. El río Duero marca una línea divisoria que es toda una frontera para el lobo ibérico. Al norte su caza está por lo general autorizada, al sur sólo se permite la muerte del lobo en casos comprobados de ataque al ganado cuando los daños como consecuencia de ello son cuantiosos.

En la actualidad las quejas de los ganaderos están aumentando, seguramente de manera proporcional a como lo hace el número de ejemplares o la extensión de sus dominios. Castilla y León viene pagando unos 350.000 euros anuales, aunque según las organizaciones de ganaderos estas indemnizaciones resultan insuficientes.

Prevenir los daños al ganado

La principal objeción que encuentran los conservacionistas, sean rurales o urbanos, es la cuestión de por qué debe ser el ganadero quien soporte los platos rotos, o lo que es lo mismo, las ovejas muertas. De poco sirven los argumentos científicos, culturales y hasta patrióticos de quienes consideramos que la Fauna Ibérica no debería soportar la pérdida de uno de sus emblemas zoológicos. Es necesario minimizar la presión de los ataques y actuar con justicia a la hora de indemnizar a los posibles perjudicados.

Las medidas preventivas que propone WWF y otras entidades afines son en ocasiones curiosas. La más clásica y posiblemente la más eficaz es el fomento del trabajo de los mastines como acompañantes y defensores de los rebaños. La asociación mastín-pastor viene funcionando de manera secular, y un par de mastines se basta para mantener a raya y a distancia a todos los lobos del entorno.

Los cerramientos eléctricos, las vallas o los rediles nocturnos son otras tantas medidas protectoras. Hasta aquí todo normal, pero muy novedosa es la sugerencia de que con las ovejas convivan burros, que con la capacidad de alarma derivada de sus rebuznos ante el olor lobuno podrían alertar a los pastores e incluso disuadir a los cánidos. Sería curioso que una vez expulsados de sus labores rurales, los sufridos asnos encontraran en este trabajo una forma de volver a ser estimados.

Al confiar la legislación española en estos momentos la gestión del lobo especialmente al control cinegético, adquiere especial importancia la opinión de la Real Federación Española de Caza. En estos momentos asistimos a una partida a tres bandas: conservacionistas, destacando entre ellos los científicos, ganaderos y cazadores. Difícil pero no imposible el consenso.

La Real Federación Española de Caza incide en que lo más importante no es el número de lobos que refleje el Censo Nacional, sino los daños que causen en cada punto de su área de distribución. Al norte del Duero, donde está permitida la caza, las pujas por lobo abatido allí donde se abre un permiso son muy elevadas, y ello preocupa a WWF que teme que ante el volumen económico de la actividad puedan establecerse cuotas exageradas.

La protección estricta no parece superar los resultados de la gestión controlada. Algunos de los grupos familiares que entran en España proceden de Portugal donde la protección es rigurosa, lo que no ha evitado un declive gradual de la especie que afortunadamente no se ha producido en nuestro territorio ibérico.

Los imitadores

Es innegable que algunos datos sobre la supuesta presencia de lobos en entornos humanos insospechados se deben a confusión con perros asilvestrados de aspecto más o menos remotamente lobuno. De todas formas no tienen demasiado valor las mediciones sobre distancia en kilómetros respecto a determinadas ciudades, como Madrid, ya que el lobo es un infatigable caminante que puede recorrer distancias superiores a los 50 kilómetros diarios.

Entre los más fieles imitadores del lobo se encuentra una raza canina hasta hace poco casi desconocida en España, pero que últimamente se va popularizando: nos referimos al "lobo checo", de excelente carácter y tan noble e inofensivo como un pastor alemán, pero tan lobuno de aspecto que a veces sus propietarios tienen que aclarar a quienes les preguntan que es simplemente un perro muy bello y muy parecido a su ancestro.

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