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Miguel del Pino

Reyes, perros y niños

Muchas familias se verán sorprendidas ante los problemas que empieza a plantear un animalillo que en principio encantará a todos.

Parecen inmunes a las crisis: los Reyes de Oriente verdaderamente tienen que ser magos para conseguir que por dura que sea una crisis económica los niños no resulten defraudados. Melchor, Gaspar y Baltasar ponen más entusiasmo que el mismísimo Simeone, y ya se sabe que con entusiasmo y sobre todo con cariño, puede conseguirse casi todo.

Pero en las alforjas de los dromedarios bulle la vida: vida animal en forma de multitud de cachorros y otras mascotas que han figurado en la carta a Sus Majestades en muchos casos sin la debida reflexión. Si ha sido así, pronto vendrán los problemas.

Desmintiendo un tópico

Cuando se habla de los animales que llegan a las casas como regalo navideño o de reyes es necesario rebatir un clásico tópico según el cual éste es el origen de los animales abandonados en el verano. Hay algo de cierto, pero la realidad sobre el abandono animal es todavía más dura y trágica. Para decirlo bien claro, apenas se dan picos de elevación de abandono en los meses de verano, ya que el fenómeno se produce de manera uniforme, como un terrible goteo, durante todos los días del año. Para poder curar un mal hay que diagnosticarlo correctamente.

Pero aclarado este punto, hay que reconocer que muchas familias se verán sorprendidas ante los problemas que empieza a plantear un animalillo que en principio encantará a todos con sus gracias infantiles, pero que necesita más cuidados, tanto físicos como psicológicos, de los que en principio habíamos sospechado.

Generalmente los cachorros llegan a sus nuevos amos a muy corta edad, a lo sumo de tres meses y a veces antes. No caigamos en el error de pretender que se comporte como un adulto ni que aprenda con facilidad las lecciones de buena conducta que pretendemos comenzar de inmediato. Los maestros suelen decir que frente a la frase "no pidas peras al olmo", ellos prefieren aquélla de "no pidas peras al peral joven".

Vamos a olvidarnos de momento del adiestramiento y comencemos por proporcionar al recién llegado un lugar tranquilo, cálido y cómodo para que se instale en él: la clásica cesta bien mullida o una colchoneta que vaya a ser su definitivo rincón para el descanso. En los primeros momentos la tranquilidad es fundamental y, aunque no resulte sencillo, debemos hacer que los chiquillos de la casa contengan su ansia de jugar con el cachorro.

Seguramente la frase "jugar con el cachorro" habrá escandalizado a más de un amante de los animales, que dirán que un animal nunca debe ser considerado como un juguete, y tienen sin duda razón al pensar así. Más correcto y también más bonito es decir que niños y perros pueden jugar juntos, y que se entienden de cachorro a cachorro, pero dejando bien claro que el perrillo no es un juguete, sino un ser vivo, inteligente y muy sensible al que el exceso de actividad y el acoso constante para incitarlo al juego puede resultar agotador y peligroso.

Seguramente hará sólo unos días que el pequeño can fue separado de su madre y de sus hermanos. El mundo ha cambiado brusca y desagradablemente para él, y no es extraño que la soledad, especialmente en la noche, le inquiete y le haga "llorar", porque podemos calificar así los quejidos nocturnos del cachorrillo. Es asombroso el resultado que puede dar un despertador colocado bajo su colchoneta; el tic-tac le recordará los latidos del corazón de la madre y le tranquilizará, aunque también puede ser que su afán exploratorio le lleve a desmontar el tinglado y a arreglar el despertador a su manera.

Consejos elementales

Nada más ingresar en casa el cachorro disfrutará de un alimento especial para su edad y de una marca de garantía. Esta debe ser su única comida hasta que el veterinario determine su programa específico de nutrición. Estrictamente prohibido el suministro de cualquier golosina o sobrante de nuestra mesa, y no sólo por evitar el exceso de calorías, sino también porque algunos de nuestros alimentos habituales, como el chocolate o ciertos lácteos, son muy mal tolerados por el metabolismo canino.

Los huesos y las espinas de pescado son especialmente peligrosos y es frecuente que un cachorro al que se ha dejado comerlos o que ha accedido en un descuido al cubo de la basura termine en urgencias veterinarias. Pueden producir obstrucciones o lesiones en caso de astillarse, y en este sentido los de pollo y cordero son especialmente nocivos.

Hasta que el veterinario lo autorice, en función del programa de vacunación que establecerá tras las primeras consultas, el cachorro no debe pisar la calle. Aunque a través de la placenta la madre le habrá transmitido inmunidad frente a las enfermedades infecciosas infantiles, como el moquillo o las parvovirosis, esta protección dura poco más de un mes, de manera que es necesario evitar cualquier situación de peligro de contagio.

Ni que decir tiene que nada más pasar las fiestas, el programa consiste en visitar al veterinario y a partir de entonces seguir de manera estricta sus instrucciones. De aquí en adelante todo irá mucho mejor sin duda.

Pero queda todavía mucho por hacer si el cachorro va a tener contacto con niños. Ya hemos indicado la necesidad de evitar que sea considerado como un juguete, pero además es preciso responsabilizar a los pequeños o a los adolescentes sobre cuáles son los derechos del animal y cómo debe ser el contrato que estableceremos con él: se tratará de un contrato moral que se basa en el establecimiento de un compromiso de cuidarlo durante toda su vida y en todas las etapas de la misma.

Durante su infancia el cachorro será una encantadora fuente de alegría; pero crecerá y adquirirá un carácter de adulto que deberemos respetar, y llegará a una vejez en que necesitará más cuidados que nunca, y es de seres humanos bien nacidos no eludir nunca los deberes contraídos al adoptar como amigo a nuestro cachorro.

El crecimiento y la maduración del cachorro será para el niño una magnífica forma para que él, que es a su vez un cachorro humano, aprenda mucho sobre los secretos de la vida y también, en un futuro esperemos muy lejano, de la llegada del final de la del perro amigo. Para entonces debe quedar un dulce recuerdo y la satisfacción del deber cumplido.

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