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Miguel Posada

De lo torpe a lo ridículo

La paz en Colombia está tan lejos hoy como cuando asumió la presidencia Andrés Pastrana, en agosto de 1998. Esto se debe a la torpeza de las negociaciones del gobierno y a que a las guerrillas marxistas no les interesa la paz. En su afán de iniciar conversaciones con las FARC, el gobierno cometió el error de entregarle a la guerrilla -sin establecer ninguna restricción ni condición- una zona de más de 42.000 kilómetros cuadrados. El período inicial de 90 días se ha prorrogado una y otra vez, sin que las negociaciones arrojen resultado alguno. Se involucra a otros países y estos envían representantes a la zona a visitar a los jefes guerrilleros frente a las cámaras de televisión, tratándolos como jefes de estado.

Pero el manejo del proceso con el ELN ha sido aún más torpe. Los últimos acontecimientos bordean lo ridículo. El gobierno, después de retirar sus tropas de la convenida zona de encuentro, ha ordenado al Ejército volver a entrar para proteger al ELN de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), un grupo contraguerrillero ilegal.

Todo esto nace de la falacia de que para lograr una negociación exitosa se requiere una amplia zona donde la guerrilla haga lo que desee. En ningún otro país se ha cometido semejante error. Las negociaciones usualmente se cumplen en el exterior. Pero aquí todo empezó con un ofrecimiento hecho al calor de la última contienda electoral. Durante la campaña, Andrés Pastrana le quitó la bandera de la paz al candidato liberal ofreciendo a las FARC una “zona de despeje”, como incentivo para iniciar negociaciones, pero sin que mediara una cesación de hostilidades.

Hace varios meses el gobierno ofreció al ELN entregarle su propia “zona de encuentro” en el sur del departamento Bolívar, donde el grupo guerrillero la solicitó. Aunque la región estuvo alguna vez bajo la influencia del ELN, la población rechazó al grupo guerrillero y éste permanece hoy aislado en las montañas. La gente se ha opuesto enérgicamente a la entrega de la zona y ha interrumpido en dos oportunidades carreteras importantes para protestar por la determinación del gobierno. Para apaciguar a los pobladores, el gobierno pactó con el ELN algunas condiciones, cosa que omitió hacer con las FARC. Aún así, la población se opone. Se ha tratado inclusive de sobornar a la gente con promesas de dinero europeo “para el desarrollo”. El embajador de Francia, por ejemplo, prometió “educación por satélite” si la población se sometía a la entrega. La gente respondió que prefería la libertad.

Luego, el ejecutivo, presionado por el ELN, ordenó al Ejército, que cumplía en la zona labores de erradicación de cultivos ilícitos, retirarse de la región. Sin embargo, al retirarse las tropas, los paramilitares de la AUC atacaron al ELN, que no tuvo más remedio que pedir apoyo a las FARC. Pero aun con este apoyo, es obvio que en unas cuantas semanas las AUC pueden acabar con el ELN en la zona. Se ha producido entonces la máxima ironía: bajo presión de la subversión, el gobierno ha ordenado al Ejército entrar de nuevo a la zona para salvar al ELN del aniquilamiento y poder así iniciar negociaciones en la “zona de encuentro”.

Esta sería la segunda vez que un presidente colombiano salva al ELN. ¿Cuántas muertes, secuestros, daños a oleoductos y a torres de transmisión de energía se habrían evitado si el presidente Alfonso López no hubiera ordenado abrir el cerco que el Ejército tendió al ELN en 1974? Pero en ese entonces López también buscaba el prestigio de una paz negociada con un grupo armado. En esa oportunidad, levantado el cerco, los 93 guerrilleros sobrevivientes, harapientos, muertos de hambre y prácticamente derrotados, huyeron. No hubo negociación alguna. Unos años más tarde, la compañía alemana Mannesman le entregaría 50 millones de dólares al debilitado ELN para que le permitiera construir tranquilamente el oleoducto Limón-Coveñas. Con ese dinero, el grupo se revitalizó. Además del asesinato y el secuestro, una de sus prácticas ha sido volar ese mismo oleoducto en más de mil oportunidades.

El presidente Pastrana, desesperado por lograr éxito en alguna negociación de paz, está empeñado en repetir el mismo error de López. El ELN, nuevamente al borde de la derrota, será salvado por el obediente Ejército Nacional. Así el grupo terrorista podrá seguir asesinando, secuestrando y destruyendo. Todo esto lo capitalizan las autodefensas ilegales, que son también asesinas y criminales, pero que para muchos representan la única esperanza, ante la idiotez de políticos y gobernantes colombianos.

La tragedia colombiana se debe a que nuestros gobernantes aspiran a pasar a la historia por lograr la paz. Pero bajo la influencia de tontos útiles, amigos nacionales y extranjeros de la subversión, actúan con enorme y costosa torpeza. Así repiten los mismos errores. Sería un ciclo cómico si no significara tantos miles de muertos, destrucción y pobreza.

© AIPE

Miguel Posada es director del Centro de Análisis Sociopolíticos

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