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Mikel Buesa

Artur Mas tiene pluma

La escritura Made in Spain. Eso es lo que, sin saberlo, ha estampado Artur Mas con su pluma en el documento más subversivo que ha pasado por sus manos

No ha pasado inadvertido —en realidad porque el gobierno regional se ha ocupado en remarcarlo— que en el solemne y a la vez ostentoso acto de firma del decreto de convocatoria del referéndum de independencia de Cataluña, con el que los nacionalistas han pretendido significar el arranque de su insurrección contra el Estado, Artur Mas exhibió una pluma ceremonial, la de las grandes ocasiones, en la que estaba grabado el escudo de la Generalitat. La pluma de Artur Mas … Un instrumento en el que se ha querido ver simbolizada a la nación catalana; esa nación capaz de aplicar su ingenio a la creación de los más variados productos del espíritu humano y de proyectarlos al mundo por sí sola, sin la concurrencia de otros países y menos aún de España.

Sin embargo, como tantas veces ocurre con las quimeras secesionistas, la pluma de Artur Mas es uno entre tantos de los provincianos embustes nacionalistas. Porque si algo refleja esa pluma es la sólida trabazón de Cataluña en España, la fundamental unión de la economía catalana con la española derivada del hecho de que ambas configuran un único mercado nacional sin el que la prosperidad catalana nunca hubiera sido posible.

Vayamos a los hechos. La citada pluma es una estilográfica fabricada por Inoxcrom, la empresa que fundara en 1955 Manuel Vaqué después de trece años de experiencia en la elaboración de plumillas. Vaqué arranca así su aventura en el mercado de las estilográficas amparado tanto en la protección que proporcionaban unos aranceles elevados y una economía intervenida, como un débil sistema de patentes en el que se podían refugiar las imitaciones de los productos que venían del extranjero. Era la época de la autarquía, de la sustitución de importaciones, en la que Cataluña, que ya se había constituido en la fábrica de España, se hacía grande a costa del vaciamiento demográfico del interior peninsular cuyo mercado proveía casi con exclusividad.

Vaqué fue un hombre emprendedor que supo modelar sus negocios adaptándose a los vientos de cambio que, tras el plan de estabilización de 1959, soplaban sobre la economía española para abrirla al exterior. De esta manera, en la década de los sesenta Inoxcrom diversificó su cartera de productos a la vez que entró a competir en los mercados internacionales. Su historia particular es así un ejemplo más entre los muchos que encontramos en España; y es la política económica española la que arrastra a esta empresa catalana a fiarse cada vez menos de la protección del mercado y cada vez más de su competitividad. Ocho decenas de países serán testigos de ello recibiendo las plumas y bolígrafos de Vaqué, lo que hizo de Inoxcrom una de las marcas destacadas en los principales mercados del mundo.

Sin embargo, como en muchos otros casos en España, pues nuestras anquilosadas instituciones no han hecho casi nada para impedirlo, este empresario no fue capaz de asegurar su sucesión y, con ella, la continuidad de la empresa. Y así, a su muerte en 2003 se desataron todos los demonios familiares, la pugna entre hermanos por el control de la compañía, lo que tras diversos avatares que ahora no vienen al caso condujo, unos años más tarde, a la suspensión de pagos, al despido masivo de trabajadores y a la liquidación. Hoy en día Inoxcrom es un monstruo bicéfalo, pues por una parte un grupo de sus antiguos trabajadores ha constituido una sociedad cooperativa-catalana laboral, llamada Inoxgrup, para dar continuidad a la marca, aunque al parecer circunscribiéndose sólo al mercado peninsular; y por otra se ha constituido una Inoxcrom Internacional cuyo objetivo es hacer «llegar la escritura Made in Spain a todos los puntos de venta de España y el mundo», según reza su presentación a través de Internet.

La escritura Made in Spain … Eso es lo que, sin saberlo, ha estampado Artur Mas con su pluma de la Generalitat en el documento más subversivo de cuantos han pasado por sus manos. Un documento que es una impostura, que promete lo que no puede, que apela a un derecho ignoto y que, si no se remedia, nos conducirá a los españoles, seamos o no catalanes, al desastre. Fue Julio Caro Baroja el que, al adentrarse en el estudio de las vidas por oficio, observó el valor del engaño: «la mentira —escribió— en sí tiene un gran poder, es fertilizante y vitalizadora». Y añadió después, recordando el adagio popular:

"Como creo lo que invento, no me parece que miento, dice un proverbio viejo. ¡Y esto de creer es tan dulce! Creer y ponerse una etiqueta, ponérsela luego a los demás y adelante".

Pues eso … Eso mismo es la pluma de Artur Mas.

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