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Oliver Serrano Gil

Elites y liberalismo en Navarra

Esperemos que una verdadera elite política liberal sea capaz de argumentar convincentemente, sin miedos ni complejos, por qué hay que reprivatizar la sanidad y la educación, flexibilizar el mercado de trabajo, liberalizar el suelo...

Me cuentan mis colegas del Partido Popular de Navarra (PPN), del que soy afiliado, que el próximo 21 de noviembre es la fecha elegida para celebrar el congreso fundacional en el que se elegirá al presidente de dicha formación. Pues bien, candidatos, polémicas y luchas de poder aparte, la nueva singladura del PP en Navarra supone el acontecimiento político navarro más importante desde que se firmara el ya difunto pacto de 1991 con UPN.

Dicho pacto dejó a Navarra en manos de una formación ultraconservadora, tradicional y sin proyección internacional, ni siquiera europea. Una formación que años atrás, en 1986, se abstuvo en la votación de la importante Ley Foral del Vascuence, que sin una clara explicación filólogo-lingüística, consagró la "zonificación lingüística" de Navarra en su gracioso y nacionalsocialista –digo bien, fue aprobada por el Partido Socialista Navarro y el Partido Nacionalista Vasco– artículo 5.1, en el cual se citan uno por uno los municipios que pertenecen a la "zona vascófona", a la "zona mixta" y a la "zona no vascófona".

Fruto de esta ley y de una política de marketing internacional vergonzosa tanto por parte del PSN como de UPN, no es extraño que cuando los navarros viajamos al extranjero los "San Fermines" sean las fiestas más representativas del "Basque Country", ni que los extranjeros sonrían estupefactos cuando les hablas de esa cosa llamada Navarra. Debemos volver al Navarra es Navarra, Navarra es España, y ampliarlo a Navarra es Europa.

Sin embargo, además de esta pretendida imposición del vascuence en Navarra –resulta del todo imposible imponer una lengua que habla a duras penas el menos del 9% de la población navarra y de la que cuesta encontrar personas que la escriban con rigor– el PP va a tener una misión mucho más complicada en Navarra: que la elección de los políticos y la designación de los cargos públicos sea meritocrática y no influenciocrática.

A este respecto, y aunque es algo que sabemos que sucede en absolutamente todas las esferas públicas y privadas, es de lectura obligada la tesis doctoral de Don Ricardo Feliú Martínez titulada La distribución social de poder: la elite navarra en el cambio de siglo (1999-2004).

Esta tesis pone muy en duda los méritos de la elite navarra, compuesta por tan sólo 114 personas, sospechosamente todas ellas estrechamente relacionadas con UPN, el Opus Dei y la Confederación de Empresarios de Navarra.

Así pues, no resulta curioso que de esas 114 personas, sólo el 8% pertenezcan a la elite intelectual navarra, hecho del que Don Ricardo intenta llamar la atención mordiéndose la lengua cuando dice, con una solemnidad admirable, que "en líneas generales todos aquellos aspectos relacionados con la vida intelectual o cultural están ocupando una posición casi marginal", o como dirían los castizos, que la inteligencia y la cultura brillan por su ausencia en esta elite política.

En realidad, el PP tendrá que luchar por resucitar el concepto original de elite perteneciente a Vilfredo Pareto, quien la definió como aquel conjunto de personas que manifiestan unas cualidades extraordinarias o dan pruebas de aptitudes sobresalientes en cualquier actividad.

Para ello, le proponemos al PP una liberalización completa, seria y verdadera, a través de los principios morales del liberalismo y a través de las reprivatizaciones. Le proponemos que abogue por unas listas basadas en mérito y capacidad, por una reforma absoluta en los procesos de selección de la Administración Pública que impidan nombramientos a dedo, por la igualdad de oportunidades en dichos procesos selectivos, por la desvinculación política y económica con el Opus Dei y por una Navarra más libre.

Quizá después una verdadera elite política liberal sea capaz de argumentar convincentemente, sin miedos ni complejos, por qué hay que reprivatizar la sanidad, la educación y las fuerzas de seguridad, flexibilizar el mercado de trabajo, liberalizar el suelo para que los navarros nos podamos comprar un piso a un precio real y no inflado, reconocer que el matrimonio homosexual es un mero contrato en el que se reconocen unos derechos y obligaciones que los heterosexuales teníamos ya reconocidos... En definitiva, desconservadurizarse y dar a la gente la libertad para elegir y para ser elegido.

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