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Oliver Serrano Gil

Por una solución de mercado

Tanto PP como PSOE sabían cuando privatizaron Repsol que dejar la empresa en manos de un "libre mercado" en el que existen dictaduras, mafias e importantes intereses políticos, podría comportar ciertos peligros.

Asistimos estos días a un debate meramente político y por tanto artificial sobre la conveniencia de que Lukoil adquiera un porcentaje de las acciones de Repsol YPF (antes del 29,9%, ahora parece que del 20%). Conviene recordar que Repsol YPF es una empresa privada, cuya privatización la inició –por más que le pese a José Blanco y a la izquierda– Felipe González en 1989 a través del Instituto Nacional de Hidrocarburos. En aquel momento se lanzó una OPV (Oferta Pública de Venta) del 26% de las acciones de la petrolera. Desde 1989 hasta 1996 el PSOE había privatizado el 90% de Repsol, y el PP completó el proceso en 1997 con una OPV por el 10% de las acciones restantes.

Se trata de un debate artificial porque estos días hemos contemplado, por enésima vez, como Zapatero y Rajoy se han contradicho con respecto a los principios que decían defender. Por un lado, Zapatero ha pasado de proclamarse "rojo" y criticar a Aznar cuando éste le regaló Telefónica a su amigo de la infancia Juan Villalonga, a transformarse en un neoliberal mafioso sin escrúpulos que ayuda a su amigo Luis Fernando del Rivero, presidente de Sacyr Vallehermoso. Por el otro, Rajoy nos viene ahora con el cuento de que el Estado debe intervenir, colocándose al lado de IU, quien ha pedido en el Congreso la participación pública en "empresas estratégicas" (vayan ustedes a saber qué significa eso) como Repsol YPF.

Aunque pensándolo mejor, quizás Rajoy esté siendo coherente con la invitación que nos hizo en abril para que nos fuéramos al partido liberal; invitación que muchos aceptaremos gustosos en cuanto ese partido exista. Así pues, como empresa privada e independiente del Gobierno español que es Repsol YPF, debemos sacar el debate de la esfera político-pública y profundizar en el concepto de privatización, o mejor dicho "reprivatización".

El término "privatización" es una desafortunada abreviatura, realizada por Robert W. Poole Jr., presidente de la Reason Foundation, del original y mucho más correcto "reprivatización". Fue Peter F. Drucker, filósofo y economista austriaco, quién acuñó el término reprivatización en 1969, en el capítulo titulado The Sickness of Government de su obra The Age of Discontinuity: Guidelines to Our Changing Society. Según Drucker, los gobiernos sólo son buenos realizando tres tareas: creando inflación, cobrando impuestos y haciendo la guerra. En todo lo demás, las empresas privadas les superan.

La reprivatización sería la acción por la cual el Estado devuelve al sector privado cualquier empresa, propiedad, actividad o sector que originariamente era privado y que posteriormente fue nacionalizado, o que nunca fue privado porque nació, ley mediante, como empresa, propiedad, actividad o sector del Estado. Realmente, ambos casos son similares ya que si bien en el segundo no hay un origen privado, eso sólo se debe a la injerencia de las Administraciones Públicas, pues el origen natural de cualquier acto es precisamente privado.

Pues bien, el problema de todas las reprivatizaciones tiene nombre: el Estado, que actúa siempre dependiendo de los intereses políticos del Gobierno de turno. En el caso que nos ocupa, el PSOE intenta beneficiar a un viejo amigo, Luis Fernando del Rivero, cuya empresa, Sacyr Vallehermoso, adeuda más de 18.000 millones de euros. La solución pasa por la venta del 20% de las participaciones que Sacyr tiene en Repsol YPF. El PP se ha pronunciado a favor de la intervención del Estado, y la voluntad del PSOE parece que es la de no intervenir.

En este sentido, tanto PP como PSOE sabían cuando privatizaron Repsol que dejar la empresa en manos de un "libre mercado" en el que existen dictaduras, mafias e importantes intereses políticos, podría comportar ciertos peligros. Entre otras cosas, porque no existe un mercado verdaderamente libre en ausencia de mecanismos suficientes que aseguren su funcionamiento.

Sin embargo, también es cierto que la única forma de conseguir que ese mercado funcione a largo plazo es no intervenir y dejar que alcance el equilibrio por sí mismo. Si alegamos intereses políticos como excusa para justificar la intervención estatal, está claro que nunca va a ser posible salir del paradigma actual. Para ello, son necesarios unos buenos mecanismos de supervisión que eviten engañar al mercado.

Lukoil es la petrolera privada más importante de Rusia y ocupa el segundo puesto mundial en reservas de gas y petróleo (el 1,3% de las reservas mundiales de petróleo y el 2,3% de su producción mundial). Además, también es el grupo petrolero más importante de Rusia con una facturación anual de más de 80.000 millones de dólares en 2007 y unos ingresos netos de 9.500 millones. Con estos datos, dejemos que sea Repsol YPF y los bancos quienes decidan bajo qué condiciones se produce la venta y si se subroga Lukoil en los créditos a Sacyr Vallehermoso. Olvidemos la política y solucionemos esto como si de un proceso de mercado real se tratase.

En Libre Mercado

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