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Pablo Molina

90.139 niños podrían haberse salvado

La solidaridad bien entendida comienza por uno mismo. En el caso de la izquierda, empieza y acaba. Que se lo pregunten a la pobre Ana Belén.

Los conciertos solidarios son aquellas ocasiones en que los artistas más comprometidos con el destino de la humanidad dan rienda suelta a sus ansias redentoras. Lo hacen desinteresadamente, tan sólo por un elemental sentido del compromiso con los habitantes de las zonas más desfavorecidas del planeta. Tan desinteresados son que no suelen cobran ni un euro... más de lo que indica su caché habitual, circunstancia que a los espíritus sensibles nos llena de admiración y gratitud. ¡Qué tíos! Qué manera de sacrificarse por el prójimo.

El Ayuntamiento de Toledo, gobernado por el PSOE, ha tenido el acierto de programar uno de estos conciertos cuya principal protagonista fue la excelente cantante y actriz Ana Belén. Puesto que se trataba de un acto de solidaridad para recaudar fondos con destino al tercer mundo, nada más lógico que abonar la factura de la actuación de Ana Belén con el dinero previsto para la contribución del famoso 0’7 por ciento del PIB. Sacrificio pecuniario que toda institución progresista asume de buen grado, principalmente porque la pasta no procede del solidario bolsillo de los progres (que por lo general no pagan impuestos; "salvar el mundo" no está contemplado en los epígrafes del IRPF), sino de los honrados contribuyentes, en cuyo nombre la izquierda ejerce la solidaridad planetaria descontando el porcentaje necesario para cubrir sus honorarios y otros gastos de gestión.

El propio alcalde de Toledo lo explicó perfectamente, al aclarar que si pagó a la artista con fondos destinados a la solidaridad internacional, fue precisamente porque ese concierto estaba proyectado para recaudar dinero con destino a diversos proyectos de ayuda al tercer mundo. Pero como los contribuyentes toledanos se conoce que son algo fachas, en lugar de abarrotar el recinto pagando un pastón por cada localidad decidieron pasar la velada en casita, viendo una película que, encima, probablemente ni siquiera era española, con lo que la recaudación fue casi tan ridícula como la habitual en un concierto de Ramoncín. Un desastre de inversión la realizada por los socialistas toledanos, a quienes les ha ocurrido como a aquel paisano que vendió el burro para poder comprar paja con que alimentarle.

Los progres nos crean mala conciencia con esas misteriosas estadísticas según las cuales cada segundo que pasa sin que nos rasquemos el bolsillo en la medida en que estos ungidos estiman conveniente ocurre una desgracia en los lugares más remotos que acaba con la vida de muchos seres humanos. Pues bien, tiremos de ese tipo de estadísticas y veamos cuantas vidas humanas ha contribuido a destrozar la desdichada medida de los sociatas toledanos. Las estimaciones más benévolas de la ONU establecen que salvar la vida de un niño en la zona más pobre de Africa cuesta ochenta dólares. La pasta abonada solidariamente por los socialistas a la solidaria Ana Belén, hubiera salvado, por tanto, la vida de 90.139 niños del este africano, que probablemente ahora morirán de inanición. ¿Podrán estos profesionales de la solidaridad con dinero ajeno soportar semejante carga? Usted seguramente no; ellos sí. De hecho, lo más probable es que estén ya preparando el conciertazo solidario del año que viene, con el imprescindible zejatero de cuota en papel estelar. Y es que la solidaridad bien entendida comienza por uno mismo. En el caso de la izquierda, empieza y acaba. Que se lo pregunten a la pobre Ana Belén.

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