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Pablo Molina

¿A quién pretende asustar Puigdemont?

A muchos nos encantaría ver hasta dónde son capaces de llegar con esa amenaza infantil que, en realidad, solo pone en riesgo su propia supervivencia.

A muchos nos encantaría ver hasta dónde son capaces de llegar con esa amenaza infantil que, en realidad, solo pone en riesgo su propia supervivencia.
Carles Puigdemont | EFE

Los nacionalistas catalanes amenazan por enésima vez con irse de España. Y además dando un portazo, en plan amante despechada que ha agotado todas las posibilidades de entendimiento con su pareja de siempre. No es ninguna novedad. Hace treinta años, el patriarca del separatismo ya anunciaba de vez en cuando que la secesión era su objetivo final. Era cuando Ansón lo proclamaba Español del Año, aunque hay que admitir que en aquellas fechas aún no se sabía que era un chori que había puesto a su familia a robar como una máquina perfectamente engrasada. Casi cuatro décadas después, el victimismo nacionalista, su propensión al desfalco y la ruina económica de la Generalidad han agudizado la necesidad de una justificación histórica que haga borrón y cuenta nueva de los problemas con la Justicia de su clase dirigente y repare el tremendo socavón de las finanzas del Gobierno regional.

Ya han anunciado una ley que pretende amparar legalmente el simulacro de referéndum previsto para primeros de octubre, a ver si antes de esa fecha el Gobierno de España se aviene a negociar. Si no es así se marcharán, convencidos de que sería una tragedia que el resto de los españoles no podríamos soportar.

Pues bien, se equivocan. A muchos nos encantaría ver hasta dónde son capaces de llegar con esa amenaza infantil que, en realidad, solo pone en riesgo su propia supervivencia como cleptocracia administrativa coaligada con partidos de la izquierda radical. Son como esos niños manipuladores que se autolesionan para que los papás les concedan un capricho, pero empleando gran cuidado en el proceso para no hacerse daño de verdad.

Lo pedagógico en estos casos es ver hasta dónde llegan en su locura y aplicar la ley con la debida contundencia, sin someterse a esa variante idiota de chantaje emocional. El problema es que los papás de la criatura, víctimas de un absurdo complejo de inferioridad, están dispuestos a seguirla malcriando a costa de los demás. Así pues, una vez más, cuarenta años después de que empezaran a robar y a insultarnos, vayan preparando las carteras, porque Rajoy y Pedro Sánchez van a acordar este jueves una oferta que, para nuestra desgracia común como españoles, los nacionalistas no podrán rechazar.

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