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Pablo Molina

Afganistán: la guerra interminable

En los seis primeros meses de 2017 murieron como consecuencia de la guerra 1.662 civiles, lo que supone un incremento del 2% respecto al mismo periodo de 2016.

En los seis primeros meses de 2017 murieron como consecuencia de la guerra 1.662 civiles, lo que supone un incremento del 2% respecto al mismo periodo de 2016.
Restos de un atentado suicida perpetrado este año en Kabul | EFE

Afganistán es el escenario de uno de los conflictos armados más duraderos en los que se han visto involucradas fuerzas internacionales. Desde su inicio, en 2001, con la intervención norteamericana tras los atentados del 11-S, es la guerra que ha consumido más recursos económicos y la primera en la que se involucran los países de la OTAN fuera de su territorio de cobertura. Dieciséis años después, el coste en vidas humanas entre la población civil no deja de crecer, tal y como acaba de comunicar la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en este informe.

Según los datos recogidos por la misión de la ONU en Afganistán, en los seis primeros meses de 2017 murieron como consecuencia de la guerra 1.662 civiles, lo que supone un incremento del 2% respecto al mismo periodo del año anterior.

El número de muertes entre mujeres y niños crece debido fundamentalmente al uso indiscriminado de explosivos caseros por parte de los talibanes, responsables del 40% de las bajas civiles. Los asesinatos de niños (436 hasta el pasado 1 de julio) han crecido un 9% respecto al primer semestre del año anterior. Peores aún son las cifras relativas a las mujeres, cuyas bajas mortales han aumentado un 23%. En cuanto a los heridos, la primera mitad de 2017 dejó 1.141 niños y 462 mujeres.

La mayor matanza de civiles del primer semestre del año tuvo lugar el 31 de mayo en la capital, Kabul, cuando un camión bomba mató a 92 personas y provocó heridas a otro medio millar.

Tadamichi Yamamoto, representante especial de la ONU en Afganistán, se muestra horrorizado:

El coste humano de este conflicto terrible en Afganistán –pérdida de vidas, destrucción, inmenso sufrimiento– es demasiado alto. El uso continuado e indiscriminado de artefactos explosivos ilegales e improvisados resulta especialmente espantoso y debe parar inmediatamente.

El alto comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, Zeid Raad al Husein, se ha pronunciado en términos parecidos:

Las estadísticas de este informe, por terribles que sean, no podrán nunca transmitir plenamente el sufrimiento del pueblo afgano. Cada una de esas cifras de bajas refleja una familia rota, un trauma y un sufrimiento inimaginables (…)

Desde 2009, fecha en que la misión de la ONU comenzó a recabar datos y elaborar estadísticas, más de 26.500 civiles han muerto y casi 49.000 han resultado heridos como consecuencia directa de la guerra.

La ONU recomienda en este informe a las partes en liza que eviten el uso de armamento indiscriminado para reducir las bajas civiles, pero ese es un objetivo inalcanzable en Afganistán, escenario de numerosos conflictos internos, donde los intereses de los países vecinos, la presencia de grupos yihadistas (talibanes, Al Qaeda y últimamente el Estado Islámico) y la debilidad de un Gobierno superado por las circunstancias dan forma a un entramado bélico imposible de controlar.

© Revista El Medio

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