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Pablo Molina

El follódromo catalán

Ya que la campaña electoral catalana se ha convertido en un certamen de puticlubs, parece más sensato confiar en los profesionales del ramo como Doña Carmen que hacerlo en unos advenedizos que ni siquiera saben fingir un orgasmo.

El cosmopolitismo de Cataluña es ya tan avanzado que ha acabado alcanzando a las democracias sudamericanas con vuelta perdida. Los nacionalistas han cerrado así el círculo de la exquisitez programática situando el nivel de su campaña electoral a la altura de, pongamos, Brasil, país en que uno de los candidatos, "El payaso Titirica", en un arrebato de sinceridad se presentó a diputado con el lema "Vote a Titirica; peor que está no lo va a estar". Por supuesto arrasó en las elecciones convirtiéndose en el candidato más votado de todo el país, con más de un millón trescientos mil votos en su circunscripción de Sao Paulo.

No es previsible que Carmen de Mairena acabe imponiéndose por una ventaja similar a orgasmotrón Montilla, a Alicia Croft o a la versión descocada del Opus representada por la candidata Nebrera y su toalla, porque la mayoría de los catalanes no suele votar y, de los que lo hacen, la décima parte tiene la intención de depositar en la urna una papeleta en blanco como símbolo del grado de representatividad de la casta política catalana en su conjunto.

Y es una pena porque el CORI no es mucho más friki que el resto de los partidos que se disputarán el poder el próximo día veintiocho. Además, la formación de Mairena ha concretado sus propuestas de forma muy explícita en un gesto de respeto hacia la inteligencia de sus votantes que se echa de menos en las otras formaciones. El ingenioso sistema de ventiladores para eliminar la niebla de Lérida y los "cosmopuertos" para recibir a los extraterrestres rivalizan en originalidad con la construcción de follódromos callejeros, tal vez menos glamurosos pero bastante más útiles especialmente en temporada invernal. Las juventudes provectas del PP catalán deben estar tirándose de los pelos por no habérseles ocurrido a ellas la idea, pero esa es la diferencia entre un especialista y un grupo de aficionados.

Ya que la campaña electoral catalana se ha convertido en un certamen de puticlubs, parece más sensato confiar en los profesionales del ramo como Doña Carmen que hacerlo en unos advenedizos que ni siquiera saben fingir un orgasmo, habilidad en que la asesora del friki Laporta es, en cambio, toda una catedrática.

Las elecciones tendrán un resultado lamentable y una escasísima participación popular, pero los representantes del noble pueblo catalán van a darnos una campaña extraordinaria, en la que se han propuesto recuperar el estilo españolísimo de las comedias de los sesenta. Sólo falta un vídeo de Arturo Mas en calzoncillos y camiseta de tirantes corriendo detrás de unas suecas.

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