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Pablo Molina

Griñán o la ética del trinque

Con su holding de agencias corruptoras, Griñán ha conseguido erradicar la cultura del esfuerzo, la iniciativa privada y la libertad, implantando en su lugar la ética del trinque

Un famoso tertuliano de las televisiones generalistas, conocido en toda España por su defensa del PSOE, me decía en un debate de una televisión autonómica, refiriéndose a la victoria del PP en Valencia,  que los votantes de izquierda son más críticos con su partido en lo referente a la corrupción que los votantes de derechas con el suyo. "Desde luego" –respondí-, "en Andalucía sólo han tardado 30 años en darse cuenta de que precisamente los suyos roban a espuertas".

Pero en realidad no es que los andaluces acaben de descubrir la corrupción sistemática del PSOE. Lo sabían desde el principio, pero mientras ha habido dinero para aliviar escrúpulos, untar conciencias y torcer voluntades el PSOE ha ido encadenando una victoria tras otra.

Los socialistas son incapaces de entender cómo funciona la economía en las sociedades libres y los socialistas andaluces, todavía más. Su gestión pública ha consistido en comprar a la sociedad con el dinero que previamente le han extraído, por sí o por institución interpuesta como los impuestos transferidos por el gobierno central. Cuando llegó la crisis el gobierno andaluz no hizo sino extender el modelo al ámbito empresarial, el más fácil de corromper en una situación de desplome de la economía. Sólo así cabe entender que se creara un asfixiante entramado de agencias públicas y organismos oficiales cuyo único fin declarado es precisamente entregar subvenciones a los dueños de las empresas bien conectadas con el poder político. De ahí a que una parte sustancial de esos fondos públicos llegara a bolsillos privados sólo había un paso que el socialismo siempre ha dado y además tomando impulso, como corresponde a la trayectoria de un partido que ha hecho de la corrupción su principal divisa política.

El PSOE andaluz es culpable de haber envilecido a toda una sociedad anulando sus resortes morales. Con su holding de agencias corruptoras, Griñán ha conseguido erradicar la cultura del esfuerzo, la iniciativa privada y la libertad para implantar la ética del trinque, de tal forma que sus paisanos ya sólo le afean que el dinero que debía llegarles se lo haya quedado el putero de la consejería del ramo.  En una sociedad sana, la primera denuncia habría sido contra el mero hecho de que la Junta de Andalucía entregue dinero público a unas empresas sin contrapartida conocida. Esa es la verdadera corrupción, a la que el cuerpo social andaluz se ha acostumbrado porque en estos treinta años no le ha ido del todo mal.

Ahora con la crisis los fondos escasean y la prodigalidad de antaño ha dado paso a un reparto del botín mucho más cicatero. El alud de corrupción ha comenzado a desbordarse ya y también en Andalucía los ciudadanos han comenzado a darse cuenta de que la recesión va en serio. El problema es que los socialistas van a dejar a una sociedad en pleno síndrome de abstinencia del trinque y en estos casos suelen ocurrir episodios violentos. Esperemos que los sociatas le hayan dejado a Arenas al menos la metadona presupuestaria suficiente para tratar a tanto enfermo.

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