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Pablo Molina

Hacer el ridículo desde París

¿En qué mejora la información cuando el presentador del telediario se desplaza fuera de los estudios? En nada. Si cabe empeora.

¿En qué mejora la información cuando el presentador del telediario se desplaza fuera de los estudios? En nada. Si cabe empeora.
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Hay muchos motivos para viajar a París. Hay quien va a pasar su luna de miel, quien simplemente quiere conocer la capital francesa en plan turista y quien se larga allí a hacer el ridículo, que ha sido la opción elegida, sin excepción, por los principales rostros de nuestras televisiones en el apartado informativo y de varietés.

Desde el pasado fin de semana, las estrellas de los telediarios nacionales campan por París realizando sus informativos in situ, para que todos veamos que las cadenas generalistas están al pie de la noticia. Por supuesto, la calidad de la información poco tiene que ver con el hecho de que el presentador esté cuajándose de frío en un set improvisado con la Torre Eiffel detrás. De hecho, resulta contraproducente que los responsables de ofrecer los datos estén a la intemperie, pertrechados con bufandas y gorrillos homeless, como Vicente Vallés y García Ferreras, por poner dos ejemplos bien conocidos.

El presentador de Antena 3 no escarmienta, y eso que la última vez que salió a hacer un informativo sobre el terreno, con motivo del accidente aéreo de Germanwings en los Alpes franceses, lo pasó realmente mal. Era digno de ver al pobre Vallés cómo tiritaba de frío y se iba quedando sin voz, según transcurrían los minutos del telediario en un descampado inhóspito y con frío polar en pleno mes de marzo.

¿En qué mejora la información cuando el presentador del telediario se desplaza fuera de los estudios? En nada. Si cabe empeora, al mismo ritmo que la salud del Vallés de turno, cuyas cuerdas vocales sufren casi tanto como nuestro sentido de la estética. Y eso sin contar lo ridículo de algunos planos exteriores, que, más que una tragedia, parecen sugerir las celebraciones callejeras de la Nochevieja.

Pero cuando nuestros informadores salen a esos mundos de Dios lo hacen con todas las consecuencias, para que no quepa ninguna duda de su gran profesionalidad. Así, estos días hemos podido ver a una conocida dama de las mañanas televisivas hablando sin parar en medio de un minuto de silencio –porque Ella es la noticia, qué narices–, a directores de informativos disfrazados de mendigos con afición a la casquería catódica, al pobre Vallés luchando para evitar la congelación de sus falanges distales y a un colaborador de otra insigne estrella matutina confundiendo el logo de Al Qaeda con el emblema de la Alianza Rebelde de Star Wars. A eso hemos ido a París, básicamente, a dejar nuestra impronta de gente que se toma muy en serio el deber de informar desde "el lugar de los hechos", a riesgo de que alguno de estos enviados aguerridos nos coja una pulmonía, Dios no lo quiera.

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