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Pablo Molina

La crítica situación de los cristianos iraquíes

El caso más evidente de esta persecución anticristiana es la ciudad de Mosul, la tercera más grande de Irak.

El caso más evidente de esta persecución anticristiana es la ciudad de Mosul, la tercera más grande de Irak.

Irak ha sido uno de los centros del cristianismo en Oriente Medio, con comunidades florecientes de los ritos católico y ortodoxo, principalmente asentadas en las amplias llanuras de Nínive, en el norte del país, que llegaron a contar con casi un millón y medio de fieles antes de la invasión para derrocar a Sadam Husein, en 2003. Una década después, sólo una tercera parte de esos cristianos sigue viviendo en Irak, y la cifra no deja de disminuir a causa de la presión del islamismo radical y su política de erradicar cualquier credo distinto de su visión fanatizada del Islam. La ofensiva yihadista desatada por el Estado Islámico de Irak y el Levante (EIIL) ha agravado la situación de los cristianos iraquíes, sometidos a una operación de limpieza étnico-religiosa en aquellas zonas que caen bajo el control del terrorismo suní.

El caso más evidente de esta persecución anticristiana es la ciudad de Mosul, la tercera más grande de Irak, tras Bagdad y Basora, que de 35.000 cristianos ha pasado a tener no más de 5.000 tras la toma de sus calles por el EIIL y la inmediata aplicación de la sharia en su versión más radical. La huida masiva de cristianos, a menudo en compañía de sus obispos y autoridades religiosas, es ya un hecho que puede dejar sin presencia cristiana en cuestión de días a una ciudad que llegó a contar con varias decenas de iglesias y monasterios, a cuya metódica destrucción se han dedicado los terroristas del EIIL desde que tomaron la ciudad, el pasado día 9.

Los cristianos que huyen de la persecución de los terroristas suníes se dirigen casi en su totalidad a los alrededores de Erbil, localidad bajo control kurdo donde todavía tienen algunas garantías de seguridad. Pero este oasis para los cristianos tiene una capacidad limitada. La escasez de viviendas para dar alojamiento a la población desplazada y las dificultades para ganarse la vida derivadas de haber dejado atrás pácticamente todas sus pertenencias hace que muchos de los que han llegado a la zona buscando salvar la vida estén a estas alturas en una situación límite.

Las víctimas de la persecución anticristiana quieren volver a sus ciudades de origen, y muchos de ellos ven con esperanza la anunciada ofensiva chií para expulsar a los terroristas del EIIL de las ciudades de las que se ha apoderado a sangre y fuego. Sin embargo, nadie puede asegurar que este llamamiento del ayatolá Sistani no desemboque en otra guerra civil entre chiíes y suníes, situación en la que los cristianos estarán de nuevo en medio de un conflicto en el que muy probablemente volverían a arrostrar las peores consecuencias.

El débil paraguas de las autoridades kurdas es la única posibilidad que tienen de resistir los pocos cristianos que todavía permanecen en Irak, una tierra en la que los yihadistas están dispuestos a erradicar cualquier vestigio físico del cristianismo, tal y como han empezado a hacer sistemáticamente en las localidades que han caído ya bajo su yugo.


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