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Pablo Molina

La Kabalgata

Se equivocan quienes piensan que estas charlotadas son simplemente una expresión inofensiva de estulticia sectaria.

Las fiestas religiosas son una tentación demasiado poderosa para los dirigentes de la izquierda rancia. Al fin y al cabo el marxismo, que los dirigentes de la "nueva política" profesan sin distinción, es una religión laica con sus dogmas, su santoral, sus ceremonias y, por supuesto su clerigalla. En muchos casos se trata de curas de doble condición, pues no resulta infrecuente ver ahí a sacerdotes que alternan la casulla de oficiar la Santa Misa con la camiseta reivindicativa para ir de manifa en cualquiera de las 854 mareas existentes a predicar la buena nueva progresista en plan perroflauta.

La llegada al poder municipal de estos fanáticos tenía que notarse en aquello en lo que la izquierda pone más atención cuando gobierna, que no es en gestionar los asuntos públicos de la manera más eficiente, como cabría esperar de personas sensatas, sino en "transformar la sociedad" (para eso les ha votado la gente, qué narices) y, además, de la peor manera posible.

Así pues, en las ciudades con nuevos equipos municipales de mucho progreso esta noche no ha habido Cabalgata de los Reyes Magos, sino kabalgata de reyes y reyas para todos y todas. Un primor. He visto en el telediario la facha de los tres mamarrachos de la rave anticristiana de la capital y es para darles hasta en el cielo de la boca. No por blasfemos, que no llegan a tanto, sino por giliflautas, que a efectos de orden público es un pecado todavía mayor.

Se equivocan quienes piensan que estas charlotadas son simplemente una expresión inofensiva de estulticia sectaria. Son la consecuencia más representativa de un programa político basado primordialmente en destruir la sociedad tradicional para implantar un orden nuevo. El suyo. Su odio a la religión católica es una de estas manifestaciones, y la transformación de la magia de la noche de Reyes en una astracanada siniestra, la forma que tiene la izquierda de decirnos que aquí no se va a libra ni la infancia.

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