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Pablo Molina

La Sexta organiza un lío de fogones

Los esfuerzos de La Sexta por mejorar nuestra oferta gastronómica están desatando toda una oleada de rumores, con el gran Chicote en el punto de mira.

Los esfuerzos de La Sexta por mejorar nuestra oferta gastronómica están desatando toda una oleada de rumores, con el gran Chicote en el punto de mira.

La tele-realidad sufrió el parón natural que todas las modas televisivas experimentan tarde o temprano por saturación de la audiencia. En España todo comenzó con Gran Hermano, un experimento sociológico de primer orden que la hermana mayor de Lorenzo Milá puso en marcha para descubrir cómo eran en realidad los jóvenes de nuestro país: vagos, analfabetos, poco dados a la higiene, obsesionados con el fornicio como una manada de monos titíes y víctimas de un retraso mental severo; o al menos esa es la conclusión a la que todos llegamos tras ver un par de días el programa estrella de Telecinco, sobre cuyas vicisitudes giró toda la programación de la cadena durante las cinco primeras temporadas.

Agotado ese filón, la tele-realidad volvió a vivir momentos de esplendor con los concursos de cantantes anónimos, gracias a los cuales no quedó en España aficionada al karaoke sin sus tres minutos de fama a la mayor gloria de Whitney Houston (q.e.p.d.) y su "I will always love you", canción realmente bonita cuyos primeros acordes ya provocan directamente arcadas por culpa de tanta mamarracha.

Todos esos espacios televisivos destinados a estimular la vergüenza ajena del espectador quedaron afortunadamente atrás, y ahora los realities viven una etapa equinoccial en la que destaca con luz propia el elemento culinario. En los Estados Unidos de Norteamérica tienen su Top Chef, un concurso semanal (que a estas alturas debe de ir ya por la nonagésimo cuarta edición) en el que cocineros profesionales muestran sus habilidades, junto con otro programa muy característico en el que un famoso cocinero aconseja a los novatos sobre la mejor manera de poner en marcha su negocio hostelero.

Este segundo modelo ha sido el elegido por La Sexta para dar lustre a su programación semanal, pero introduciendo ligeros cambios con el fin de adaptar su filosofía a nuestra particular idiosincrasia. Ya desde el título escogido, Pesadilla en la Cocina, el espectador se va haciendo a la idea de que no va a ver mariconadas como las del espacio norteamericano, sino que aquí va a haber mucha tensión ya desde el principio. El protagonista, Alberto Chicote, con su aspecto simiesco y su propensión a la violencia verbal, contribuye notablemente a dar ese toque racial nuestro al programa, en el que los consejos sutiles y las prolijas disquisiciones sobre texturas y presentaciones de los platos típicos de otras latitudes se sustituyen por el insulto desdeñoso, la palabra gruesa y los cacharros mantecosos volando por una cocina mugrienta, que para eso estamos en España, coño.

Cada semana, Chicote se enfrenta a un propietario de restaurante sin la menor idea de cómo llevar el negocio, un personal de cocina cuya única preocupación es evitar quedarse atrapado en los filamentos de grasa que chorrean de los azulejos y unos camareros encantados de vender a la clientela las creaciones culinarias surgidas en un ambiente tan nutritivo. El resultado de esa conjunción de talentos es, obviamente, espectacular.

En un país tan envidioso como éste, los esfuerzos desinteresados de La Sexta por mejorar nuestra oferta gastronómica están desatando toda una oleada de rumores, con el gran Alberto Chicote en el punto de mira. Gran injusticia la cometida con el chef del programa, al que se tacha de violento... como si hubiera matado a sartenazos a unos cuantos cocineros especialmente reacios a seguir sus consejos, algo que la audiencia entendería sin el menor problema, dicho sea de paso.

También se quejan algunos de los que han recibido la asesoría de Chicote de que sus consejos son una porquería que en nada les han beneficiado, y alguno amenaza incluso con llevar a La Sexta a los tribunales por un delito de homofobia. He aquí el pago que los esfuerzos de una cadena y un chef acreditados por dignificar la hostelería patria reciben de los principales beneficiarios.

El problema es que La Sexta no ha entendido las expectativas de los que llaman al programa. Los hosteleros arruinados que recurren a la televisión para mostrar sus penurias no quieren que Chicote les asesore, sino que se ponga un traje de neopreno y les descostre la cocina con una pala mecánica y varios bidones de desengrasante, y que el productor les entregue ante las cámaras una jugosa subvención. En cuanto la cadena comprenda ese matiz, tenemos Pesadilla en la Cocina para varias temporadas. Los miles de aficionados españoles a la alta gastronomía lo estamos deseando.

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