Andrea Levy es un valor en alza dentro del PP. Ella misma parece ser consciente de la responsabilidad que le corresponde en estos momentos de zozobra política, donde igual acaba siendo necesario hacer un relevo generacional y mandar a la reserva a los políticos de su partido que lleven más de un cuarto de siglo amorrados al presupuesto. Es decir, la junta directiva en pleno y más de la mitad de todos los cargos intermedios, con Villalobos y el campeón Arenas encabezando el cortejo penitencial.
Precisamente porque parece llegado el turno de las nuevas generaciones de políticos populares surgidos de las ídem, Andrea Levy ha comenzado a cumplir el protocolo no escrito de los dirigentes de su partido, el primero de cuyos principios es aparecer mucho en La Sexta y celebrar a carcajada limpia las impertinencias de sus reporteros.
A Andrea Levy comenzaron buscándole novio en El Intermedio, una cosa muy progresista que pone de manifiesto el compromiso inquebrantable de La Sexta con la igualdad de género. Un diputado podemita con melena (limpia, eso sí) parece ser el elegido. Al día siguiente, Pablemos se ofreció a ceder su despacho a la parejita para que pudieran conocerse, entendemos que en el sentido carnal del término, porque para saludarse y preguntar qué tal va la vida sirve cualquier pasillo del Congreso.
Total, que la izquierda ultrafeminista, la política y la mediática, la que aborrece el heteropatriarcado y lucha sin descanso por la erradicación de los viejos clichés machistas, busca novio a la diputada facha y un cobijo al macho podemita para que le desnude las falacias del sistema en la intimidad. Y Andrea Levy se ríe, claro, porque es lo que se espera de un político del Partido Popular cuando le toman el pelo en La Sexta o cuando le utilizan para insultar a todos sus votantes. Llegará muy lejos. Desde Gallardón no se había visto en el partido de Mariano otro talento igual.