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Pablo Molina

Lo que queda de Siria cinco años después

Cifras que dibujan un país devastado, cuya recuperación, en caso de una pronta solución del conflicto tardará en llegar varias generaciones.

Cifras que dibujan un país devastado, cuya recuperación, en caso de una pronta solución del conflicto tardará en llegar varias generaciones.
EFE

La guerra de Siria, que dura ya cinco años, tuvo su origen en los disturbios populares que, en marzo de 2011, se produjeron en numerosos países árabes y del norte de África al socaire de lo que acabó denominándose la Primavera Árabe. Lo que comenzó como una oleada de protestas ciudadanas acabó derivando en una guerra sin cuartel, que ha arrasado al país casi hasta sus cimientos.

La dura represión de las protestas por parte de Bashar al Asad consolidó la existencia un frente integrado por grupos rebeldes, que transformó un levantamiento popular eminentemente pacífico en una una rebelión organizada.

Al poco de iniciarse las hostilidades haría su aparición el Estado Islámico y el Frente al Nusra, las dos principales organizaciones terroristas islamistas, cuya participación ha convertido un conflicto interno en una guerra transversal con la intervención directa de las potencias regionales (Arabia Saudí e Irán), así como de Rusia y EEUU que, a su vez, ventilan en el avispero sirio cuestiones que afectan a su propia rivalidad en la escena internacional.

Un país arrasado

Siria ha perdido más de la cuarta parte de su población desde que comenzó la guerra, que ya se ha cobrado 300.000 víctimas mortales. De 24,5 millones de sirios censados en 2011, hoy permanecen en el país 17,9 millones. De esta población residente, el 80% necesita ayuda humanitaria para sobrevivir. Casi cinco millones de sirios malviven en lugares de muy difícil acceso, como algunas zonas remotas de la provincia de Deri al Zor, una de las más castigadas por la guerra, lo que hace prácticamente imposible hacerles llegar la ayuda que necesitan para mantenerse con vida.

La consecuencia inmediata de este aislamiento, provocado por la acción de los bandos en conflicto, es que el precio de productos básicos como el pan, la leche, los huevos o la harina se han disparado. El pan, un alimento fundamental en la cultura árabe, ha multiplicado su precio incluso en las áreas controladas por el Gobierno, que siempre ha subsidiado su compra al objeto de ganar el favor popular, y que hoy sólo puede garantizar un suministro bien escaso en sus territorios gracias a las importaciones de trigo procedente Rusia y Ucrania.

La población siria se enfrenta al riesgo de hambrunas, como ha ocurrido en algunas ciudades asediadas por las fuerzas gubernamentales o grupos de la oposición a Bashar al Asad. En Madaya, localidad de 200.000 habitantes próxima a la capital, han muerto de hambre varias decenas de civiles antes de que el alto el fuego pactado por Rusia y EEUU permitiera la llegada de la ayuda humanitaria. La vuelta a las hostilidades reproducirá el problema en algunas zonas cuya población está ya al límite de la resistencia a consecuencia de las continuas privaciones provocadas por la guerra

En el plano sanitario la situación es también de una gravedad sin precedentes. La organización Médicos por los Derechos Humanos ha documentado más de 330 ataques contra al menos 240 servicios de salud, en los que han fallecido 700 miembros de los distintos cuerpos sanitarios. Más del 40% de la población no tiene acceso a asistencia sanitaria y casi el 60% de los hospitales han sido destruidos por completo o están seriamente dañados, con la reducción consecuente de su cobertura asistencial.

Los servicios educativos no presentan un panorama mejor. La cuarta parte de las escuelas han sido destruidas o reconvertidas para uso militar, pero incluso aunque las instalaciones permanecieran intactas tampoco funcionarían por falta de docentes. Más de 52.000 maestros y profesores han abandonado sus puestos de trabajo a causa de la guerra, a lo que hay que sumar la huida de las familias con niños, todo lo cual tiene como consecuencia que la población escolar se haya reducido drásticamente. De los niños que permanecen en Siria, tan solo algo más de la mitad acude a la escuela de manera más o menos regular.

La guerra a destruido cinco veces la riqueza que el país generaba anualmente antes de 2011. Tan sólo la reconstrucción de las infraestructuras destruidas, según cálculos de la ONU, costaría más de un cuarto de billón de dólares.

Todas estas cifras dibujan un país devastado, cuya recuperación, en caso de una pronta solución del conflicto (algo que no se divisa aún en el horizonte), tardará en llegar varias generaciones.

© Revista El Medio

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