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Pablo Molina

Otra vez la deuda histórica

A los golpistas hay que darles más dinero, y en ello está Pedro Sánchez, aquí un patriota.

A los golpistas hay que darles más dinero, y en ello está Pedro Sánchez, aquí un patriota.
EFE

Pedro Sánchez quiere recobrar la iniciativa en el llamado problema catalán ofreciendo una quita de la deuda acumulada por la Generalidad de Cataluña desde los tiempos del Tripartito. 75.500 millones de euros deben las criaturas. Más que Aragón, Asturias, Baleares, Canarias, Extremadura, Galicia y Madrid juntas. Se trata de un despilfarro delirante, inaudito, que ha multiplicado por cinco el endeudamiento de Cataluña desde que comenzó la crisis gracias a que el Gobierno de España garantiza los empréstitos que después entrega a la Generalidad, porque nadie se atreve a prestar al Ejecutivo regional catalán.

Pues bien, no es suficiente. Hay que darles más dinero, y en ello está Pedro Sánchez, aquí un patriota. Pero el líder del PSOE tiene que resolver previamente el problema de las comunidades socialistas agraviadas por esta prodigalidad. Y aquí es donde entra la famosa deuda histórica, un argumento recurrente que suele hacer su aparición cuando un partido necesita comprar favores políticos para alcanzar o mantenerse en el poder.

Valencia quiere saldar su deuda histórica al igual que Andalucía, región que ya recibió dos entregas multimillonarias para compensar los agravios sufridos desde el Califato de Córdoba, lo que no va a impedir que su Gobierno exija una parte del pastel que se va a regalar a los separatistas catalanes. Lo mismo harán las comunidades gobernadas por el PP, replicando la famosa Cláusula Camps del estatuto de Valencia (la disposición adicional segunda, por la que el Gobierno valenciano se atribuye automáticamente el mismo nivel de competencias que la comunidad autónoma con mayor cota de autogobierno), para trincar proporcionalmente el mismo dinero que los separatas.

Alguna compensación recibirán, claro, pero es evidente que la mejor parte se la llevarán los nacionalistas catalanes, la clase política más corrupta e ineficaz del Occidente civilizado, no en vano existe un amplio consenso en el espectro político de que es necesario mejorar su financiación. La consecuencia inmediata es que unos y otros nos van a freír a impuestos mientras ríen las gracias a la rufiandad. Y todo para hacerse perdonar por un puñado de mindundis a la altura de su líder, Puigdemont, no sea que se vayan de verdad y el resto de los españoles tengamos suicidarnos en masa.

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