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Pablo Molina

Túnez y el primer partido post-islamista

Ennahda está protagonizando una transformación de gran trascendencia.

Ennahda está protagonizando una transformación de gran trascendencia.
Un mitin del partido Ennahda | Archivo

Túnez es una excepción en el mundo árabe por la apertura de su sociedad, la modernidad de sus instituciones y la existencia de un islam moderado en su panorama político. No es casualidad que la Primavera Árabe se iniciara allí, a comienzos de 2011, con los levantamientos populares que acabaron con el derrocamiento de la dictadura corrupta de Ben Alí, ni que en estos momentos sea la única nación islámica con una democracia cercana a los usos occidentales.

Parece que el pequeño país norteafricano está llamado a liderar los avances en el mundo árabe-musulmán hacia la democracia. Lo que ha hecho su principal partido islamista, Ennahda, en su último congreso, es un salto adelante que ha sorprendido a todos, incluidos los familiarizados con los logros democráticos tunecinos.

En su décimo congreso, el partido islamista ha dado inicio a una importante transformación con fuertes implicaciones políticas. Su líder, Rachid Ganuchi, acabó con las especulaciones que sugerían la posibilidad de una apertura hacia formas cada vez más laicas de participación en la vida pública anunciando que Ennahda separaría sus actividades religiosas y políticas y formalizaría su distanciamiento efectivo del islam político.

Así, los representantes del partido que participen en actividades religiosas o de proselitismo en las mezquitas no podrán tomar parte simultáneamente en las decisiones políticas, y viceversa. La decisión fue aprobada por el 93,5% de los 1.200 delegados del partido, lo que da una idea de la aceptación de esta importante transformación por parte de las bases.

¿Qué es Ennahda?

Ennahda ("Renacimiento") es un movimiento islamista surgido en los años sesenta del siglo pasado. En principio se constituyó como un grupo de interés religioso, pero a comienzos de los ochenta se trasformó en una organización política que tomó parte activa en la oposición al dictador Habib Burguiba.

En 1987 Ben Alí llegó al poder tras un golpe de Estado y se convirtió en presidente del país, cargo que conservó hasta su derrocamiento, a comienzos de 2011, con la Primavera Árabe. Al poco de llegar Ben Alí al poder, Ennahda se reveló como una importante fuerza política, por lo que los aparatos gubernamentales iniciaron una ofensiva contra sus cuadros que condujo a su práctica desarticulación. Sus actividades fueron prohibidas, miles de sus miembros enviados a prisión y sus dirigentes, obligados a marchar al exilio.

Sin embargo, el prestigio de Ennahda entre la población siguió siendo notable, como quedó de manifiesto en la facilidad con que ganó las primeras elecciones democráticas tras la caída de Ben Alí.

En esos primeros meses de Primavera Árabe, el país experimentó fuertes turbulencias políticas que incluso se cobraron la vida dos líderes opositores. Sus rivales acusaron a Ennahda de haber dado alas a los movimientos salafistas, a pesar de que los dirigentes del partido condenaron los asesinatos. No obstante, y con el fin de no poner en riesgo la transición a la democracia, el principal dirigente de Ennahda, Habib Ganuchi, cedió en 2013 la presidencia del país al dirigente del partido laico Nidaa, Beyi Caíd Esebsi, que un año después ganaría las elecciones presidenciales. No obstante, diferentes problemas internos de la formación laicista han hecho que Ennahda se haya convertido de nuevo, tras las elecciones parlamentarias de este año, en la principal fuerza política tunecina.

Con su último movimiento, de tan profundo calado, Ennahda se ha convertido en el primer partido post-islamista de todo el mundo árabe.

Como ha escrito en The New York Times el académico libanés Husein Ibish,

el futuro del islamismo en todos los países musulmanes está profundamente ligado al progreso de la nueva imagen de Ennahda, y su destino está, por tanto, unido a la supervivencia del nuevo Túnez.

© Revista El Medio

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