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Pablo Montesinos

¿Qué pasa en Génova?

Cospedal y Arenas hace mucho que dejaron de llevarse bien para convertirse, en lenguaje político-periodístico, en enemigos.

Querida Ketty

En una semana en la que ya barrunto que tu misiva volverá a versar sobre esos cuchillos que parecen sobrevolar en tu hogar político, me hice la siguiente pregunta: ¿Y qué pasa en Génova? El Gobierno, ya sabemos, está en ese intento de conjugar políticas de austeridad con otras de estímulo económico, le está dando una "pensada" -término de un ministro, que no mío- a las medidas para paliar el desempleo y presiona a la Unión Europea para que mueva ficha y antes de verano haya, por fin, un supervisor bancario único, amén de ir avanzando en la integración fiscal y política. Pero, ¿y qué hace el PP?

Vaya por delante que los foros desarrollados en las últimas semanas -una especie de debates en los que se genera cierta interacción, limitada eso sí, con los ciudadanos-están dando cierto impulso político a la formación. El próximo sábado, en San Sebastián, se celebrará uno nuevo sobre la participación de los españoles en la política y la democracia interna del propio PP; una temario insospechado hasta hace prácticamente nada, habida cuenta de que se habrá, incluso, de primarias. No es suficiente.

El diagnóstico no es mío, si no fruto la opinión recogida por cargos de los diferentes cuadros del PP a lo largo de bastante tiempo. Prácticamente, estos dos años de Gobierno Rajoy. "No es normal", se quejan varios, de que el partido que sustenta al presidente "a veces se reúna en Comité de Dirección y otras no, como si esto fuera un cachondeo". En Génova aseguran que los contactos entre la cúpula se desarrollan mucho más de lo que creemos, de forma discreta sin constatar en la agenda. Si bien, la histórica reunión de los lunes, que antaño presidía Rajoy, apenas se celebra. Y su función, ni más ni menos, pasa por diseñar la estrategia de cara a toda la semana.

Por otro lado, la comunicación entre Génova y el Ejecutivo sigue siendo, creen algunos, deficiente. "Vamos a tertulias, a defender las posturas del Gobierno, pero llamamos al PP y no tienen nada. Los argumentarios, si los hay, en ocasiones son de tres líneas. A veces, no tenemos nada", se exasperan. Ningún representante popular acude a las reuniones en las que Moncloa y los diferentes ministerios se coordinan, aunque, aseguran, después se informa. "Llamamos y nos dicen: ‘de eso no tenemos nada’", resumen quienes hablan de hondos problemas.

Y luego está aquello de lo que tanto se habla en pasillos pero se intenta ocultar públicamente: las fricciones internas. Un secreto a voces, en el caso del PP. "Si los dos principales líderes del Comité de Dirección del PP no se pueden ni ver, pues acabáramos". Dicen que la cosa ha ido a peor, y que se hace insostenible. A saber, Cospedal y Arenas hace mucho que dejaron de llevarse bien para convertirse, en lenguaje político-periodístico, en enemigos. Así se constató en el Congreso de Sevilla y el caso Bárcenas ha sido la puntilla. "Se palpa la presión", asegura alguien que con ellos coincide habitualmente.

Tanto Javier como María Dolores son íntimos del jefe. El primero le apoyó cuando prácticamente nadie lo hizo. El único pata negra a su lado. La número dos del PP le ha hecho y le sigue haciendo de escudo, y ganó las elecciones en Castilla-La Mancha. Pero, entre ellos, la confianza no existe. "Yo me llevo bien con los dos, no soy ni de uno ni de otro", afirma un alto cargo, como si se tratara de una auténtica heroicidad. En la Carrera de San Jerónimo se ve claramente esto: o estas con Arenas o estas con Cospedal. Y, mientras, el partido observa la partida.

Dos años después de ganar las elecciones, ya ha pasado tiempo para que se solucionen estos problemas, aunque, claro, esto te parecerá pecata minuta en comparación con la batalla socialista. Así que, querida mía, en este punto ya sólo me queda esperar que me cuentes.

Hasta la semana próxima, besos, Pablo.

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