Menú
Pablo Planas

Ada y el gozo de mandar

Un mes ha bastado para calibrar la distancia sideral entre el postureo okupa y la cruda realidad.

Un mes ha bastado para calibrar la distancia sideral entre el postureo okupa y la cruda realidad.
EFE

El Ayuntamiento de Barcelona en manos de Ada Colau es un bólido a cargo de Pierre Nodoyuna, una máquina desbocada, un superprototipo con turbo y a reacción que a duras penas consigue el palurdo de turno sacar del concesionario sin rascaduras y con la transmisión intacta. Pero lo que es a ella, como si no anda. De momento está disfrutando de la tapicería de piel, del tacto de cuero del volante y de la sensualidad del cambio de marchas. Es como un niño con su primera pelota, que la toca, la mira y duerme con ella. Colau no ejerce el poder; lo disfruta, lo usa, goza y presume de cargo. Barcelona es su pasarela, su dominio, su parcela. La de ella y la de su marido, Adrià Alemany, encajado tras las elecciones locales en la confluencia antisistema denominada Barcelona en Común. Y tan común y corriente como apta para enchufes de 220 y más. Panza arriba lo defiende ella, como a Águeda Bañón, directora de comunicación experta en redes y ríos. También sostiene con ardor que no sólo es lícito sino legítimo que su segundo, Gerardo Pisarello, haya colocado a su pareja de asesora en la Concejalía de Vivienda. Faltaría más. ¿Nepotismo? Peronismo y se acabó.

Un mes ha bastado para calibrar la distancia sideral entre el postureo okupa y la cruda realidad. Por este orden Colau ha contado pobres por las calles, ha ido a hacerse la foto a un desahucio que ya estaba paralizado, ha echado de una chabola a tres marroquíes sin papeles, se ha alquilado un monovolumen de torero para llevar a la cuadrilla por toda Barcelona, ha despedido al conserje, discapacitado físico por más señas, ha aterrorizado a los inversores con la moratoria turística y ha contratado a un jefe de la Guardia Urbana que pretende organizar un Ejército catalán. La última, según La Razón, es la de montarse un "Servicio de Inteligencia e Información del Ciudadano" bajo la batuta, inspiración y datos de Falciani.

Colau ya se ha integrado en el paisaje político catalán y muestra los efectos de una manía persecutoria en dos direcciones: cree que la espían y quiere saber qué hacen los vecinos, sobre todo los banqueros, ricos, burgueses y ejecutas a quienes tanto dice detestar. De entrada, considera de que el Ayuntamiento está plagado de micrófonos modelo Camarga.

Lo que es indudable es que todo el mundo está pendiente de ella. Ya no va en metro, no tiene tiempo. Está muy ocupada en lo de mirar debajo de las alfombras. En las del Ayuntamiento, cosa normal, y en las de los demás, lo que, si bien no es tan normal, era más que previsible.

Temas

En España

    0
    comentarios