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Pablo Planas

Catástrofes aéreas y comités de crisis

Es un protocolo entre ineludible e inevitable cuyo objetivo tiene más que ver con mostrar celeridad y evitar críticas que con actos y consecuencias prácticas.

Es un protocolo entre ineludible e inevitable cuyo objetivo tiene más que ver con mostrar celeridad y evitar críticas que con actos y consecuencias prácticas.

La primera rección de las autoridades españolas al enterarse de la catástrofe del avión de Germanwings fue habilitar un comité gubernamental de crisis en Madrid y otro, en colaboración con consejeros de la Generalidad, en Barcelona. Está en todos los manuales de comunicación política. Es un protocolo entre ineludible e inevitable cuyo objetivo tiene más que ver con mostrar celeridad y evitar críticas que con actos y consecuencias prácticas.

Como siempre ocurre en estos casos, el manejo de la ausencia de información consiste en habilitar teléfonos especiales y ofrecer a las familias de las víctimas ayuda psicológica y ansiolíticos mientras las noticias tardan en llegar, y lo hacen con cuentagotas. De hecho, pasadas más de veinticuatro horas seguía sin trascender la lista de pasajeros y las cifras sobre el número de víctimas españolas oscilaban entre los 51 que apunta el Gobierno y los 35 que dice la compañía, filial de Lufthansa que no admitió la tragedia hasta casi tres horas después de perder contacto con los tripulantes del avión.

El hallazgo de una de las cajas negras del aparato no garantiza que se vaya a conocer qué pasó en cuestión de horas. Los investigadores franceses afirman que necesitarán días para analizar las voces y los registros de la caja. Mientras, continúa el reconocimiento del abrupto paraje donde yacen esparcidos cientos de cuerpos y desperdigados los restos del avión. Francia no quiere más muertos y por eso las tareas de recuperación de los cuerpos se demorarán días, puede que semanas.

Todo es confuso, caótico, y no ayuda la rigidez de los responsables de la compañía, más ocupados en defenderse que en facilitar información, empezando por la lista de embarque. El nombre de algunos de los fallecidos se sabe porque lo han confirmado las empresas para las que trabajaban o familiares directos, no porque ningún responsable político o aeronáutico haya dado publicidad a la relación luctuosa.

Lo mismo sucede con las hipótesis sobre el hecho, que aún no puede calificarse de accidente. Entre tanto, Hollande, Merkel y Rajoy, acompañado por Artur Mas, expresan sus condolencias, se juramentan para resolver el misterio y despliegan una actividad frenética que consiste en estar al frente de gabinetes de crisis y comités de emergencia de cuya verdadera utilidad, más allá de la política, tampoco se sabe gran cosa por el momento.

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