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Pablo Planas

El partido del puño y el plátano

La impresión publicada y generalizada en Barcelona es que a Alves no le han tirado un plátano racista sino antibarcelonista y, por extensión, anticatalanista.

La impresión publicada y generalizada en Barcelona es que a Alves no le han tirado un plátano racista sino antibarcelonista y, por extensión, anticatalanista.

El plátano de Alves ha sido trending topic global, de modo que hacerse un selfie con un plátano es lo más. Este fenómeno tendrá en breve una versión nacionalista. TV3 solicita a sus espectadores que envíen vídeos y fotografias haciendo un Alves para ilustrar un programa de entretenimiento. En Cataluña lo de Alves ha sido celebradísimo, y no es para menos, teniendo en cuenta que se trata del mismo futbolista al que sus compañeros llaman constantemente al orden por su propensión a los bailes exóticos cuando marca gol. Eso de la samba en el banderín del córner es algo que no todas las aficiones y equipos entienden como una sana manifestación de alegría, sino más bien como una provocación. Es igual. Lo importante es que donde antes había un futbolista al que se tenía por escasamente dotado para las relaciones públicas ahora hay un fenómeno de márketing viral que el nacional-barcelonismo no va a dejar escapar.

Dada la capacidad de convocatoria de TV3, es más que probable que en los próximos días les lleguen miles de imágenes de gente comiendo plátanos, no tanto en plan black power sino como quien coloca la estelada en el balcón. Es la vía plátana catalana, una manera de acentuar los perfiles cívico-tolerantes y superpacíficos del separatismo, puesto que la impresión publicada y generalizada en Barcelona es que a Alves no le han tirado un plátano racista sino antibarcelonista y, por extensión, anticatalanista.

En una temporada en la que hasta el mito de Guardiola ha sido fulminado por Ramos y Ronaldo, el Rolls Royce del balompié, el plátano de Villarreal no sólo es el gran triunfo azulgrana sino la última lección moral que el catalanismo pretende dar al mundo en general y al resto de España en particular. Por el lado del fútbol, vale, sea. Es imposible negar la fuerza plástica y el peso definitivo del gesto de Alves en lo que debió de ser un auténtico rapto de inspiración. Nada que objetar, al contrario. Como para ponerle peros... Pero por el lado de la política sí que hay mucho que decir.

El soberanismo es ahora el partido del puño y el plátano, lo que nos lleva directamente al caso Pere Navarro. Faltan dos minutos para que este hombre sea declarado culpable de autolesionarse. La difusión de rumores y especies de todo tipo sobre la mujer de mediana edad y la naturaleza de la agresión ha llegado al punto de que se sugiere sin medias tintas que Navarro se lo ha inventado o que se aprovecha de ello, lo que aún sería peor. Así que lo que es un puñetazo a plena luz del día, a las puertas de una catedral y con cientos de testigos, para el nacionalismo no sólo es victimismo sino que se duda incluso de que haya ocurrido. Si Navarro fuera Alves, que no tiene esa suerte, dirían que el plátano no fue lanzado sino caído, que estamos ante un montaje y que de crispación, nada. Y quien osara discrepar sería convertido inmediatamente en un perturbado que niega algo a todas luces tan evidente, como que Alves se comió un plátano y Navarro, otra cosa.

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