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Pablo Planas

El Rey y el golpe de Estado de Mas

Es como si su padre se hubiera subido a un tanque el 23-F en vez de ordenar a Milans del Bosch que se volviera para el cuartel.

Es como si su padre se hubiera subido a un tanque el 23-F en vez de ordenar a Milans del Bosch que se volviera para el cuartel.

Una de las ventajas de la política catalana es que el presidente de la Generalidad cambia de personaje cada día e incluso varias veces en el mismo día. Hay jornadas en las que Artur Mas se desenvuelve como el subcomandante Marcos, ocasiones en las que se piensa que es Ghandi, ratos en los que se compara con Moisés, momentos de lucidez y otros de incertidumbre y pesimismo. Está el Mas que despacha la abdicación con una soflama republicana, el Mas que pide audiencia a Felipe VI y se frota las manos como Rasputín mientras ensaya su sonrisa más cortesana, el Mas teatrero que entorna la mirada y suelta eso de que no sabe si en noviembre estará en la cárcel o en el exilio, el Mas que implora el afecto de ERC, el Mas que llama mentiroso a Montoro, el Mas batasuni que no aplaude al Rey, el Mas que duda e incluso el Mas que admite que el referéndum pueda no llevarse a cabo.

La combinación del síndrome de Münchausen en el plano colectivo (España nos roba, nos odia, nos frena y tal) con el bonapartismo personal de Mas confiere a la política catalana las virtudes de lo asombroso, lo espasmódico y lo extraordinario. El análisis pormenorizado del comportamiento de Mas y sus efectos en el panorama político puede parecer una actividad menos útil en términos superficiales que el estudio de la fauna abisopelágica, pero las principales conclusiones de la observación del president ayudan a contextualizar las electrizantes oscilaciones de la travesía separatista. Y dichas conclusiones no sólo aluden a lo camaleónico, forzado y folklórico que resulta Mas en la mayoría de sus versiones, sino a la morfología pendular, invertebrada y viscosa de sus proclamas y promesas. El domingo, por ejemplo, lo del 9-N era un referéndum innegociable. Este lunes, los demiurgos del presidente autonómico subrayan que Mas siempre ha dicho que la consulta (no vinculante) sería legal o no sería. Y mañana... Mañana será otro día o, como le gusta decir al Mas que paga para que el entrevisten en la CNN, "Tomorrow just another day". Lo que no se esperaba es el "Bye, bye Arturo" de la entrevistadora.

Las presiones sobre Felipe VI para que entre al trapo de la estelada son inversamente proporcionales a lo aconsejable que puede ser para el Rey meterse de grado en semejante campo de minas. Y más con el mismo tipo, el molt honorable, que se partía de risa cuando un propio de su partido le negaba la mano al entonces Príncipe de Asturias y le soltaba un minimitin sobre el derecho a decidir. Ese Mas que jaleaba a un espontáneo contra el Borbón en febrero de este mismo año, el que no sabía si ir a la proclamación, el que mandó a su portavoz decir que el Rey había abdicado para salvar el negocio familiar (cosa que, dicha por uno del partido de Pujol, es el colmo de la osadia), el que se negó a aplaudir el discurso del Rey "porque no era nuevo", ese mismo Mas es el que ahora pretende que Felipe VI se ponga de su lado y haga caso a Cebrián y a Godó, que, resumiendo mucho y sin entrar en más honduras, es como si su padre se hubiera subido a un tanque el 23-F en vez de ordenar a Milans del Bosch que se volviera para el cuartel.

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