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Pablo Planas

En recuerdo de Sandra Palo

En apliación de la ley, esta noche el del insti de Barcelona debería dormir en su casa, después de una partida en la Play, una sopa de sobre y un trankimazín.

En España rige una Ley del Menor que exime a los susodichos de catorce años de responsabilidades penales. Un crío de trece años es inimputable. Como el chaval que este lunes se ha cargado a un profesor suplente tiene esa edad, su crimen quedará impune. En apliación de la ley, esta noche debería dormir en su casa, después de una partida en la Play, una sopa de sobre y un trankimazín.

Hace unas horas pensábamos que estas cosas sólo pasaban en los Estados Unidos, donde un desengaño amoroso adolescente, una sobredosis de marcianitos o una partida de rol podía desembocar en la matanza de Texas. No, no son las hamburguesas ni las películas de acción. Tal vez resulte más fácil escribir Ohio que Puerto Hurraco o La Sagrera, pero el fenómeno es viral.

Los padres de Sandra Palo se acordarán toda su vida de el Rafita, una criatura que sólo tenía 14 años cuando violó a su hija, de 22. La violó, la atropelló, la quemó y la mató en lógica cronológica y forense, un 17 de mayo de 2003. El Rafita tenía 14 tacos. Uno menos y se habría ido de rositas, como el chaval del insti de Barcelona. A día de hoy está en libertad. No así sus otros tres compinches, por encima de los 16 cuando mataron a Sandra. Y eso que fue el Rafita, según la papelería judicial, quien ejecutó el atropelló y compró la gasolina, a posteriori y por si acaso. Quién sabe si lo de imputrarle la maquinación intelectual del crimen fue una estrategia. Era menor de edad judicial, que aquí está en los 16 años, edad en la que algunos escriben crímenes perfectos y otros los perpetran.

A Valentín Moreno Gómez le salvó que cuando mató a Javier Robledo le faltaban horas para ser mayor de edad. Sucedió un 1 de abril de 2000 en la Villa Olímpica de Barcelona. Ocho años después y ya en libertad provisional era identificado en un tumulto bajo el código agresión racista. La mayoria de los condenados por el viejo crimen de la Villa Olímpica, mayores de edad cuando ocurrieron los hechos, han cumplido 11 años de cárcel. Otros pocos aún permanecen en la prisión porque les cayó la perpetua. Hoy ha muerto un maestro, hace 12 años Sandra Palo y hace 15, Javier Robledo. Hay más nombres, pero la ley sigue igual desde 1996.

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