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Pablo Planas

Gastronomía terrorista

Mas se va o le echan los suyos como lo echó la CUP, el partido de las litronas, pero se queda Puigdemont, engendro convergente de una añada del entorno de Terra Lliure.

Mas se va o le echan los suyos como lo echó la CUP, el partido de las litronas, pero se queda Puigdemont, engendro convergente de una añada del entorno de Terra Lliure.
EFE

La actualidad política catalana discurre entre el disparate y el esperpento. Uno de los principales culpables de absolutamente todo lo malo que ha ocurrido en los últimos cinco años, Artur Mas, alias el Astuto, se ha dado el piro tras afirmar que en su nefasta trayectoria política siempre puso Cataluña por delante del partido y al partido antes que a sí mismo. ¡Qué tío!

Empujado por una cuadrilla de fanáticos liderada por Oriol Pujol (el delfín de su padre) y encabezada por el multimillonario heredero David Madí (el Paris Hilton del imperio de los masajes de afeitado), Mas desencadenó el proceso que ha enfrentado, fracturado y empobrecido a la sociedad catalana. Llevado en volandas por La Vanguardia, TV3 y El Periódico, Mas fue el capataz de Pujol que activó la última fase del proyecto supremacista labrado en medios, colegios y asociaciones hasta de petanca durante cuatro décadas; el tipo sin criterio ni prejuicios que pasó de Arturo a Artur, de mediocre gestor a mesías de la tierra prometida, de chico de los recados a capitán de un barco rumbo a Ítaca.

Inmejorable noticia. Mas se va o le echan los suyos como lo echó la CUP, el partido de las litronas, pero se queda Puigdemont, que es un niño del Brasil disfrazado de Calimero, engendro convergente de una añada del entorno de Terra Lliure, la banda terrorista.

Puede inducir a confusión que en vez de convocar huelgas de hambre por los "presos políticos", Òmnium y la ANC organicen cenas de lujo. El separatismo es lo que tiene, que protesta con poderío, a ochenta euros el cubierto en el restaurante de una señora cuyo gran mérito culinario es ser socia de las citadas entidades. Cien personas abarrotaron el local y la recaudación fue para la caja de resistencia de las familias de los presos. Dado el éxito, Òmnium y la ANC sopesan montar más sopars grocs (cenas amarillas) en los considerados mejores restaurantes de Cataluña (cuyos dueños o artífices han tenido que pasar o han pasado de grado por el aro separata). El menú inaugural estuvo basado en el color amarillo, gran reto que la chef resolvió a base de colorante, mostaza y huevos.

Tanta tontería pijopera refuerza el mantra pacifista del catalanismo que alega Junqueras para salir de la trena, la especie de flower power que anida tras todas las aberraciones imaginables, la confusión entre la calidad de las chuletas y las intenciones de los comensales, sean Carod Rovira con Josu Ternera o Carles Puigdemont y un condenado por tenencia de armas y colaboración con Terra Lliure.

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