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Pablo Planas

Iberilandia

¿Se imaginan un Consejo Ibérico formado por España, Portugal, Andorra y Cataluña?, han fantaseado los 'sabios' secesionistas.

¿Se imaginan un Consejo Ibérico formado por España, Portugal, Andorra y Cataluña?, han fantaseado los 'sabios' secesionistas.

Como ya es Navidad, Mas y sus masriachis consejeros del Consell Assesor per a la Transició Nacional (CATN) han optado por la diplomacia de altos vuelos peninsulares en su "conflicto" con el Estado. ¿Se imaginan un Consejo Ibérico formado por España, Portugal, Andorra y Cataluña?, han fantaseado los sabios que diseñan el día después de la independencia. Pedazo de Comecón, aquella sociedad de ayuda mutua de los países del paraíso socialista. Ahora va a resultar que los nacionalistas catalanes pretenden, en realidad, la reconstrucción del Imperio por la vía de montar unos Estados Unidos de la Península Ibérica. A estos futurólogos de Mas les das carrete y junquerizan las Américas.

El dilema que plantea esta singular fusión entre el jamón de bellota y el fuet de Vich es el de si quienes la plantean están menos cuerdos que vivos o son más vivos que cuerdos. Un divorcio con todas las formalidades para acabar en una cama redonda con tu ex, con Portugal y con los copríncipes de Andorra... Mucho sentido no tiene. Además, los nacionalistas catalanes han dejado fuera de la pijama party ibérica a Gibraltar, lo que no se entiende en absoluto si lo que se quiere es montar una buena fiesta, con material de contrabando, no sé si me explico.

Podría parecer que la intensa producción de paridas del Gobierno catalán responda a una mal disimulada estrategia para provocar que nadie les tome en serio. Craso error. Ellos y sus demiurgos son los primeros en tomarse pero que muy en serio. Cuanto más mienten, más se convencen de lo acertado de sus errores, de lo plausible de sus memeces. Además, no se cansan nunca. No hace falta recurrir el episodio de Rahola y la sentencia que no existe de La Haya para advertir que la mentira no es precisamente lo peor del nacionalismo. Es infinitamente más lamentable esa mano tendida, entre blanda y sudorosa, de los nacionalistas cuando pretenden desahuciar de su propio país a más de la mitad de los catalanes y que además sean éstos y el resto de los españoles quienes paguen los costes del jolgorio. No, no es el procedimiento habitual de la banca. Se parece más al sistema judicial chino, donde los reos están obligados a sufragar de su propio bolsillo el tiro de gracia.

En el mientras tanto, la Generalidad trata de presentar un panorama apto para todos los públicos, con un independencia que facilitaría incluso la posibildad de una plenitud hispano-lusa, la nueva era de un Estado total, un híbrido entre el salazarismo, el anarquismo y una vaga inspiración maragalliana en el que Cataluña sería algo así como el Estado de la estrella solitaria, una Texas con estelada, residencia de las esencias transversales del peninsulismo. El carajo en forma de Estado, cuatro naciones, tres idiomas y las Islas Caimán del Pirineo. Pena de que no se incluya Gibraltar, que sería algo así como el Port Royal del siglo XXI, un complemento indispensable para configurar estos Estados Unidos de Ibería, entre el delirio y el sueño de Somalilandia, otra república islámica.

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