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Pablo Planas

La Esquerra se debate entre Andorra y Singapur

Ante el silencio administrativo, los laboratorios de CiU y ERC trabajan ya en las hipótesis del día después.

En la fase de alistamiento para la causa soberanista, ni ERC ni Convergència miran el carné. Ofrecen barra libre de identidad, idioma y sentimientos, hasta el punto de que la república catalana es perfectamente compatible con la más rancia españolidad. "Tengo amigos que están contentos cuando gana la Roja", ha dicho Oriol Junqueras, el líder de la Esquerra. Para sumarse a la corriente central del pueblo catalán, el mínimo común es el derecho a decidir, eslogan que se ha revelado como un eficaz banderín de enganche, pese a la notoria ausencia de indicios jurídicos, históricos o políticos que avalen la existencia de tal derecho. La eficacia de la idea, en la que aún suenan las reminiscencias de aquel "Nosotras parimos, nosotras decidimos" proabortista, ha desactivado las reticencias de Unió y del PSC y es la sintonía de fondo de las campañas de captación de clientes entre la población no asimilada. Es a ellos, los que se abstienen en las autonómicas y votan en las generales, a quienes se dirige Junqueras cuando promete que en la Cataluña independiente se podrá mantener el pasaporte español y el idioma castellano será oficial. El hecho de que esta audiencia sea propensa a la abstención en las autonómicas es la causa del prejuicio sobre su inteligencia. Pero este discurso de tono apaciguador de Junqueras -en contraste, por ejemplo, con la exhuberancia latina de Tardà- ya ha sido probado con éxito en las pasadas elecciones, en las que superó en número de diputados al PSC pese a tener menos votos que la formación de Pere Navarro.

De esta forma rentabiliza ERC las tres décadas de adoctrinamiento y propaganda de la Generalitat y la paulatina y pactada retirada de Cataluña del Estado. Si la agitación no hubiera sido suficiente para llegar a este estadio, el absentismo estatal ha consolidado las posibilidades, más reales que nunca, de una ruptura territorial. De hecho, los líderes nacionalistas son los primeros en mostrar en privado su sorpresa ante la velocidad de una hoja de ruta impensable hace sólo un año, cuando Mas cambió de registro, desistió del pacto fiscal y se inmoló en las últimas elecciones autonómicas. También se avizoran grandes oportunidades en la inestabilidad funcional de la Corona.

Ante el silencio administrativo, los laboratorios de CiU y ERC trabajan ya en las hipótesis del día después. De primeras, sus cálculos arrojan un desequilibrio fiscal con Bruselas. Ahora mismo Cataluña sería un contribuyente neto de la Unión Europea, paso previo a la sentencia de que Europa, como España, se aprovecha de los catalanes. En ERC, más osados conceptualmente, van un paso más allá que Convergència en la defensa de la viabilidad económica del Estado catalán y preparan un documento en el que se vislumbran opciones tan sugerentes que hasta prodían hacer cambiar de opinión a Adelson respecto a la ubicación de Eurovegas. Cataluña podría ser, afirman, un Estado zona franca, fórmula inédita cuyos referentes más propios estarían entre el paraíso fiscal gibraltareño, Singapur y un Estado gamberro. En el infierno fiscal en el que supuestamente viven los catalanes, las bondades de Andorra se venden solas, consideran los teóricos del soberanismo alojados en la red de comités y colectivos que preparan informes para la Generalitat. Si lo sabrán ellos.

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