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Pablo Planas

La Francofonía y el mamporrero de Terricabras

A diferencia de lo que sucede con Alfredo Pérez Rubalcaba, Mas ha salido muy reforzado de su último fracaso electoral.

A diferencia de lo que sucede con Alfredo Pérez Rubalcaba, Mas ha salido muy reforzado de su último fracaso electoral.

A diferencia de lo que sucede con Alfredo Pérez Rubalcaba, Mas ha salido muy reforzado de su último fracaso electoral. Tan reforzado que Junqueras y Terricabras (el último candidato republicano) se afanan en mantener el muñeco al frente del proceso separatista, conscientes de que, mientras el capitán Mangouras continúe al timón del Prestige, ERC conseguirá cada vez mejores resultados. El gran mérito de Mas es haber logrado que los republicanos vuelvan a ganar unas elecciones en Cataluña, cosa que no sucedía desde las municipales de abril de 1931, con el teniente coronel Francesc Macià. Ahora, con Terricabras, un teólogo en la candidatura, ERC es la punta de lanza del separatismo y nada indica que el presidente de la Generalidad se replantee la derrota de una carta de navegación que le conduce directamente hacia el naufragio.

Mas es el cooperador necesario de Junqueras y Carme Forcadell, el bulto sospechoso que en su supina inconsciencia ejerce con entusiasmo de mamporrero de ERC al tiempo que se carga el partido de los Pujol y la coalición con Duran, cosa que no es tan complicada como acabar con el bipartidismo pero que no está exenta de cierta dificultad. Hace falta tener un cuajo especial, un don, para perder unas elecciones y quedarse tan tieso, compuesto y satisfecho como Mas, convencido de que el precipicio es el camino.

La interpretación generalizada de los resultados de las europeas incide en dos factores: la suma de los partidos separatistas y la participación. Sobre esos pilares, Mas ha establecido que el "proceso" continúa y que el electorado lo avala. Lo primero ya no depende de él, sino de ERC, convertida en el interlocutor preferente, el partido que encarna el "¿Con quién hay que hablar?" para arreglar esto. En lo de la participación, las campanas al vuelo de la conciencia democrática catalana contrastan con la realidad de una abstención sólo dos puntos menor que la registrada en el resto de España.

Tras años de bombardeo de consignas, de campaña permanente, de agitación, propaganda y manifestaciones estilo Plaza de Oriente, el resultado es más bien parco. Vistas estas elecciones como segunda vuelta de las pasadas autonómicas, se confirma el retroceso imparable de CiU. Y como primarias del referéndum separatista podría decirse que el techo del soberanismo es el 60% (incluyendo a Pablo Iglesias, a cuyo partido ya llaman Podem los colegas del derecho a decidir) del 47%, porcentajes que distan un tanto del triunfalismo con el que Mas encaja el veredicto de las urnas.

De todas maneras, no cabe esperar demasiado de un personaje cuya última hazaña ha sido la de solicitar el ingreso de Cataluña como "invitada especial" en la Organización Internacional de la Francofonía (OIF), sorprendente iniciativa desvelada el pasado sábado por el diario El País. Con un par y con unos datos asombrosos: sólo el seis por ciento de los estudiantes catalanes ha elegido el francés como primera lengua extranjera, frente al trece por ciento en el resto de España. El ridículo es monumental y remite a otra singular iniciativa de Mas, hace ahora once años. En 2003, siendo consejero jefe de Pujol, pretendió que los deportistas catalanes participaran en los Juegos Olímpicos bajo la bandera de Andorra. La idea no cuajó. Se opusieron Andorra y hasta ese pequeño partido que era entonces ERC.

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