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Pablo Planas

La Policía y el hotel Majestic

Este Gobierno de ignorantes desprecia al Estado y expone a sus servidores al ridículo de defender la ley sin honra y hacinados en los barcos de la bruja Piruja.

Este Gobierno de ignorantes desprecia al Estado y expone a sus servidores al ridículo de defender la ley sin honra y hacinados en los barcos de la bruja Piruja.
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El jefe de los Mossos d'Esquadra, mayor Josep Lluís Trapero, ha mandado a su tercero a la reunión de coordinación policial convocada por el fiscal jefe del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, José María Romero de Tejada, y presidida por su delegado para el tema del referéndum, el número tres de Interior y a la vez coronel de la Guardia Civil Diego Pérez de los Cobos.

Así en la vida como en la política, el camino directo es el mejor sendero. Si hace unos tres años, cuando el 9-N de Mas, se hubiese activado la aplicación del artículo 155 de la Constitución, Trapero no habría tenido el más mínimo inconveniente en charlar este lunes con su colega Pérez de los Cobos (al que acusan de ser hermano de un expresidente del Tribunal Constitucional los guardiolistas que tienen una hermana en "l'ambaixada" de "Kopenhagen") sobre el cumplimiento de la ley y la defensa de la democracia. Es más, la insólita reunión de los superiores de las policías en Cataluña con un mozalbete que pasaba por ahí no habría pasado. Ni tampoco se hubiera podido convocar un referéndum ilegal ni estaríamos bordeando el intercambio de bofetadas entre vecinos.

El fuego de cobertura de Trapero es el despropósito del crucero de los dibujos animados, la viva estampa del nuevo 98 con un Gobierno de ignorantes que desprecia al Estado y expone a sus servidores de primera línea al ridículo de defender la ley sin honra y hacinados en los barcos de la bruja Piruja.

Si la última hora no cambia, el presidente de Gobierno de España, Mariano Rajoy, se ha largado a los Estados Unidos a balbucear "pupita" ante el pato Lucas en vez de haber ocupado un despacho en la Delegación del Gobierno en Barcelona para fulminar a Trapero y llamar a capítulo a Puigdemont, el representante ordinario del Estado en Cataluña, no sin antes haber degradado a la capitana de la operación Diálogo.

En un país normal, el que contrató el crucero Moby Dada ya habría sido identificado y los agentes de la Guardia Civil y la Policía Nacional se alojarían en el hotel Majestic del Paseo de Gracia, a un tiro de piedra de la Consejería de Economía de la Rambla de Mogadiscio. En un país normal, el presidente del Gobierno no se escudaría tras un fiscal que ni es Eliot Ness ni da ruedas de prensa con la pistola reglamentaria en el cinto como Trapero. En un país normal, el presidente de la Generalidad hubiera convocado elecciones autonómicas si no fuera porque el presidente de la Generalidad está fuera de control y se comporta como un iluminado.

Los que prepararon toda esta movida de Roures y compañía dejaron fuera de la ecuación la posibilidad de que el exalcalde de Chirona, antes Gerona, tuviera algo que decir respecto a la moció contra Rajoy, fin último del 1-O. Ni siquiera le invitaron a la cumbre celebrada en la casa de Roures en Barcelona, embajada de Qatar en la Ciudad Condal, el sábado de la manifestación contra el terrorismo del 17-A. Sin embargo, Puigdemont tiene a su colega Trapero en un puño desde que la señora Pilar Rahola retratara al amigo Josep Lluís agitando el arroz y tocando el banjo para solaz de Puigdemont en el palacio de verano del mondongo nuclear del catalanismo, mismamente el domicilio en Cadaqués de la editorialista del marqués de Godó.

Dadas las circunstancias, lo más razonable es dejar que el ilustre don Joaquim Gay de Montellà i Ferrer Vidal, presidente de la patronal catalana, se ocupe de negociar con la insurrección la defensa de sus intereses englobados bajo ese hallazgo de la marca España.

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