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Pablo Planas

La UDEF, sor Marta y el Día de la Madre

Ha sido el último clavo en el ataúd del crédito moral, que no financiero, de la distinguida familia y su egregia matriarca.

Ha sido el último clavo en el ataúd del crédito moral, que no financiero, de la distinguida familia y su egregia matriarca.
Marta Ferrusola y Jordi Pujol | Archivo

Sostienen los investigadores del caso Pujol que Marta Ferrusola ostenta un papel central en la trama de las cuentas familiares, el rompecabezas de las heteróclitas sociedades del holding Pujol & Ferrusola. La difusión de un sacrílego manuscrito bancario de la señora firmado en calidad de "madre superiora" ha sido el último clavo en el ataúd del crédito moral, que no financiero, de la distinguida familia y su egregia matriarca. También ha sido, todo hay que decirlo, un homenaje de la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal (Udef) a doña Marta por el Día de la Madre.

Como se sabe por las películas y la literatura judicial, quienes se dedican a supuestos ilícitos no van por ahí refiriéndose por su nombre concreto a las mercancías con las que negocian, sean comisiones ilegales, dinero negro, mascotas en peligro de extinción o sustancias psicotrópicas. Existe una jerga del jaco, la madera y el colorao, que es el botín, a disposición de abogados panameños, comisionistas andorranos y ciudadanos en general; un vocabulario que los Pujol han ampliado, lo que no deja de tener su mérito.

Cuando la señora Ferrusola se hace llamar "la madre superiora" acuña un alias redondo y definitivo que traza con precisión hiperrealista no sólo su categoría dentro del hogar sino la que ostentó en el imaginario nacionalista durante y después del mandato de su esposo. La única objeción que se le puede poner al mote autoinfligido es que la contraseña es débil y está al alcance del más ingenuo colegir que dos misales son dos millones. Y más cuando eso aparece en una misiva dirigida a su gestor en Andorra, que es el "reverendo mosén", para que mueva un dinero de la cuenta de la "congregación" a la del "capellán de la parroquia", que no es otro que su primogénito, Jordi Pujol Ferrusola. Ahora, a los vecinos les habrán dicho que el niño mayor está en una celda, pero del cenobio. O en Soto del Relax de ejercicios espirituales.

Debió de ser el trato frecuente con los monjes de Montserrat y los obispos catalanistas lo que suscitó en el clan la utilización de correspondientes eclesiásticos para camuflar sus impías actividades bajo un manto talar en el que Jordi Pujol i Soley no podía ser más que el copríncipe de Andorra; su señora, la monja alférez; Junior, el capellán del cepillo, y el resto de la familia, diáconos, novicias y monaguillos. Qué vergüenza y qué pensarán los obispos de Solsona, Xavier Novell, o de la Seo de Urgell, Joan Enric Vives, el vero copríncipe andorrano.

Uno de los primeros actos en público de cierto relieve del matrimonio tras la cortina de humo denominada confesión de Jordi Pujol (el 25 de julio hará tres años) fue su asistencia al funeral del sacerdote Josep Maria Ballarín, un referente del nacionalismo de campanario, oficiado por los antedichos Novell y Vives, quienes cumplimentaron con reverencias dignas de mejor causa a los Pujol Ferrusola, tal vez porque entre colegas no se pisan la manguera.

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