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Pablo Planas

Nóos, Meyer y los bolivarianos

El procesamiento de la infanta Cristina parece dar la razón a quienes sostienen que la justicia es igual para todos y a quienes consideran que debería serlo.

El procesamiento de la infanta Cristina parece dar la razón tanto a quienes sostienen que la justicia es igual para todos como a quienes consideran que la justicia debería ser igual para todos. En la política, las conclusiones del juez Castro han restablecido el consenso perdido en la controversia sobre el aforamiento del rey padre. Mariano Rajoy y Cayo Lara están igualmente contentos. El primero, por las virtudes ejemplarizantes del revuelo jurídico mediático en torno a la infanta, cuyo resumen ante la opinión pública es que si ni un familiar de dos reyes está a salvo de la acción de la justicia difícilmente podrán eludirla los políticos, conclusión tan apresurada como errónea. En el caso de Cayo Lara, su satisfacción es de la misma naturaleza que la del forofo que celebra los saques de esquina y pregunta cuándo es gol. El coordinador general de Izquierda Unida es de un republicanismo primitivo, visceral. Le vale con que la infanta salga en los papeles al lado de Willy Meyer y ni se imagina lo que son capaces de conseguir tipos como Miquel Roca, Gallardón o un abogado de la UGT.

En el sexto día del reinado de Felipe VI no sólo cae el alfil Urdangarín. Meyer, Magdalena Álvarez y medio sindicato socialista son caballos y peones del séptimo sello. El primero, primer eurodiputado de IU; por beneficiarse de una sicav; la segunda, exministra socialista de Fomento, que deja de ser vicepresidenta del Banco Europeo de Inversiones, por el caso de los ERE de Andalucía; y el resto, por lo mismo, por el saqueo de fondos públicos, puro trinque. Pero la fotografía está incompleta. Falta el clan catalán, no están los gúrteles, ni los pokémon, ni los de las cajas, ni los que cobran en bolívares, que, ya puestos, es peor que hacerlo en negro.

De aforado a aforado, Llamazares y Madina le han dicho a Rajoy y Gallardón que lo de blindar al Rey es una chapuza, que el club es estricamente republicano, que se empieza por admitir a un rey y acaba colándose cualquiera. Sin embargo, nadie ha renunciado al fuero, gesto de mucha más envergadura moral y honradez pública que el de dimitir como Meyer, obligado por los suyos cuando ya todo el mundo sabe que se lo montaba con una sicav. O que lo de Álvarez, que se va dos minutos antes de que la boten. No, la justicia no es igual para los más de diez mil aforados que campan por España. Y tampoco debería ser igual para todos, sino más dura con quienes se la pasan por el fuero.

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