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Pablo Planas

Pedro y Pablo en versión gore

España no es Invernalia, pero puede acabar hundida como la Atlántida.

España no es Invernalia, pero puede acabar hundida como la Atlántida.
EFE

Resulta que la "nueva política" es un combinado de plató de petardas, petardos y transeúntes con un debate sobre Juego de Tronos, Borgen (las interioridades de la política en Dinamarca, ahí es nada) y House of Cards. España no es Invernalia, pero puede acabar como la Atlántida. Por desgracia, nuestros Pedro y Pablo no son Picapiedra y Mármol, sino Sánchez e Iglesias. La combinación de ambos personajes de la política nacional recuerda el género de las películas de catástrofes. No hablamos de El coloso en llamas, sino de 2012, Soy leyenda, El día de mañana, Armageddon y El planeta de los simios. Mármol y Picapiedra en versión gore y holocausto caníbal.

La economía española emite señales alarmantes. No es lo mismo una Generalidad convertida en el circo de Pin y Pon Puigdemont que el Gobierno del Reino de España en funciones. La luz al final del túnel se puede convertir en el foco de un tren desbocado en contradirección, un choque letal para una tímida, delicada, incierta, frágil y aún endeble recuperación, según los expertos. A los que quieren asaltar los cielos les da igual ocho que ochenta y la prima de riesgo que el cuñado plasta. Son más de Varufakis que de Draghi y la política no se hunde jamás. Se desplomarán los precios de los pisos, se volatilizarán los planes de pensiones, desaparecerá la construcción, se hundirán todos los sectores productivos, especulativos, financieros o del entretenimiento antes de que la miseria llegue a la política, un pezón-filón infinito del que se cuelgan los vampiros más vivos.

La ruleta de Moncloa no es rusa, sino una partida de cartas marcadas. Rajoy es una esfinge, un impávido disfrazado de invertebrado que ni siente ni padece. Mariano, esto no es serio, Rajoy. Iceman total. Sánchez, en cambio, es Pierre Nodoyuna, una calamidad según la Daenerys Targaryen de Triana y los barones de su partido. Albert Rivera es el único que parece no haber perdido el sentido mientras Pablo, el pavo real, Iglesias engorda el buche y picotea al aire pleno de gusto por haberse conocido.

Hay varias opciones. Filete con ensalada aguada, con puré de sobre o con patatas fritas. Iglesia, el títere Sánchez y los periféricos; la gran coalición entre el PP y el PSOE; y lo mismo más Ciudadanos en un alarde de cordialidad, seriedad y responsabilidad. Eso, o nuevas elecciones. Casi todo depende de que Sánchez acepte que su interés personal es contrario a los intereses de España y a los de su propio partido.

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