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Pablo Planas

Ventajas de prescindir del Farsa Fútbol Club

No estaría de más exigirle primero el pago de la deuda con el fútbol español.

No estaría de más exigirle primero el pago de la deuda con el fútbol español.

Entre las pocas ventajas que tendría para todos la independencia de Cataluña figura en lugar destacado el hecho de que el Barça jugase la liga francesa, lo que sería un verdadero revulsivo para la nuestra. En el orden práctico, España dispone de varios equipos azulgranas de gran categoría, tales como el Levante, el Éibar, el Huesca y el glorioso Extremadura de Almendralejo, que militó en Primera División a finales del siglo pasado. Si se les declarase beneficiarios de las deudas que el F. C. Barcelona mantiene con Hacienda, hasta el conjunto oscense se podría dar el lujo de fichar al próximo Messi y al futuro Ronaldinho. El reparto equilibrado de los beneficios que obtiene el Barça por jugar en España insuflaría vida al fútbol nacional, renovaría la casta de los favoritos e introduciría factores correctores en la competición.

Mucho más importante que el beneficio económico de la fuga del Barcelona sería el equilibrio arbitral. Como es sabido, está demostrado y no tiene discusión, los árbitros muestran una singular propensión estadística a beneficiar con sus decisiones al equipo que lleva el nombre de la capital catalana. Las razones son tan inextricables o tan diáfanas como las exhibidas por los futbolistas implicados en amaños de partidos a final de temporada. Es inevitable, pero en todos los encuentros en los que el Barça no puede solventar su impericia o la barrera defensiva, sea local o visitante, encuentra la condescendencia, la complicidad o el pleno apoyo del trencilla, como si las victorias del Farsa (y no es una errata) fueran una cuestión de Estado, no vaya a ser que palmen y se enfaden.

Este detalle del favoritismo arbitral, no precisamente menor y que hasta tiene correlato europeo, ha condicionado y adulterado la competición española desde los tiempos de Cruyff como entrenador, a principios de los noventa, y hasta el domingo pasado. Con el Barcelona en Francia, los árbitros, ya sin condicionantes ajenos a su actividad soplatoria, repartirían los favores por igual y no siempre a favor de los azulgrana de Cataluña, lo que provocaría cambios en la tabla clasificatoria de gran calado. Pero aún hay algo mejor: nos evitaríamos las lecciones morales de los entrenadores de ese equipo, el guardiolismo, el rollo del ejército sin armas, el tiquitiqui y que la selección nacional tenga que jugar con chavales que muerden la mano que les da de comer.

Como todo son ventajas, no estaría de más exigir primero el pago de la deuda con el fútbol español al equipo de la camiseta de las cuatro barras y expulsarlo de la competición después por tramposo. Cómo será de tramposo que hasta la UEFA (que no es precisamente una organización filantrópica) tiene al más que un club bajo sospecha por utilizar a menores de edad en sus experimentos para encontrar al clon de Guardiola, pero en bueno.

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