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Patrick J. Michaels

¿Por qué el calor mata en Europa y no en EE UU?

Según Jacques Chirac, la reciente ola de calor causó la muerte de hasta diez mil franceses. Pero este verano ha sido más caliente en el oeste de Estados Unidos que en Europa y nadie murió de calor. La diferencia es el aire acondicionado generado por energía a costos accesibles. La temperatura promedio de París durante el verano es la misma de Detroit, Chicago y Denver, pero cuando en estas ciudades norteamericanas se rompe el récord de alta temperatura, no cunde la muerte.

Todas las ciudades tienen ladrillos, edificios y pavimentos que retienen el calor del día, una física común que las convierte en prácticos laboratorios para el estudio de la relación entre calor y mortalidad. En Washington, la temperatura en la que antes era una zona rural alrededor del aeropuerto Dulles permaneció constante durante décadas, pero comenzó a subir hace unos 20 años cuando el gobierno abrió oficinas en la autopista de acceso al aeropuerto. Las temperaturas de las zonas rurales de la región, sin embargo, no han variado en 100 años.

Los ambientalistas nos advierten que al menos que detengamos el recalentamiento global, las muertes urbanas se dispararán. Según ellos, la manera de evitar el recalentamiento es restringiendo el uso de combustibles fósiles y la manera lograr esto es aumentando su precio para que la gente consuma menos.

Mi colega Robert Davis de la Universidad de Virginia y yo estudiamos el tema del calor y la mortalidad en las ciudades de Estados Unidos y publicamos los resultados en varias revistas académicas. Dadas las recientes muertes en Francia y el gran apagón es oportuno informar sobre lo que encontramos.

Quienes estudian la mortalidad y el clima saben desde hace tiempo que la temperatura de las ciudades en las zonas templadas tiene un umbral a partir del cual la mortalidad comienza a dispararse. ¿Cómo se han adaptado los norteamericanos a ciudades más calientes? A pesar que la temperatura continúa aumentando, los norteamericanos dejaron de morir por el calor debido a que el umbral de la muerte es más y más alto cada día, estando ya por encima de las temperaturas topes registradas.

En Filadelfia, una típica ciudad antigua, las muertes comenzaron a aumentar en los años 60 cuando la "temperatura efectiva" (la combinación de calor y humedad) alcanzaba 29° centígrados. Para mediados de los 70, el umbral estaba en los 32° centígrados. En los años 80 la temperatura del umbral estaba en los 35° centígrados y para los 90 ya no había una medición efectiva de la temperatura en la cual la mortalidad aumenta. Esta experiencia se repite en casi todas las ciudades norteamericanas que investigamos, salvo las ciudades nuevas con construcciones modernas del sur, como Houston, donde nunca aumentó la mortalidad por altas temperaturas.

La solución, claro está, es aire acondicionado con energía de bajo costo. Y esa es la diferencia clave entre Estados Unidos y Europa.

En las ciudades europeas hay muy poco aire acondicionado debido al altísimo costo de la energía eléctrica. ¿Por qué? Presionados por grupos ambientalistas, los gobiernos europeos han fijado impuesto tras impuesto a la energía, siendo la más reciente excusa para ello el recalentamiento global.

Las causas del problema son evidentes para quienes quieren ver. Para cumplir con los objetivos del Protocolo de Kyoto sobre recalentamiento terrestre, las naciones europeas han estado imponiendo cada vez mayores impuestos a la energía y todavía mayores restricciones están siendo propuestas, especialmente por el gobierno alemán. El ya caro aire acondicionado será aún más costoso, lo cual matará a más europeos la próxima vez que el termómetro suba unos pocos grados por encima de lo que es normal en Dallas.

Europa ha hecho prohibitivo el uso del aire acondicionado y ahora está pagando por ello. Para frustración de los europeos, el Protocolo de Kyoto no logrará nada acerca de las temperaturas terrestres en el futuro predecible. Pero sí matará a miles de personas más en Francia, Alemania e Inglaterra, donde los impuestos a la energía son bestiales, creando apagones invisibles por falta de aire acondicionado.

© AIPE
Patrick J. Michaels es académico ambiental del Cato Institute y autor del libro The Satanic Gases.

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