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Pedro de Tena

Andalucía es un cachondeo

En esta Andalucía, IU, en vez de contribuir al fin del régimen como en Extremadura, se apunta al carro y ya veremos cuánto cobró por ello.

Decía el Enorme (Pedro Pacheco) que la justicia era un cachondeo, un cachondeo que le está saliendo caro porque está imputado en no se sabe ya cuántos casos y está acusado de delitos incontables. Frase memorable aquella que dio la vuelta a España y se convirtió en dicho popular. Lamentablemente, su visión fue miope. Vio lo que tenía encima pero no vio o no quiso ver el horizonte lejano. La verdad es que no sólo la Justicia, sino Andalucía al completo, en su vertiente pública, tiene elementos suficientes como para generalizar calificándola de cachondeo. Lo de la Junta de Andalucía es el cachondeo de un partido, el PSOE, que ha succionado sus fondos públicos, el dinero de todos los andaluces, para tener a la ciudadanía aprisionada en una frondosa tela de araña. Caso a caso, desde Juan Guerra a UGT, a la que Susana Díaz no sanciona, pasando por los ERE, Invercaria y la trama de la formación que está al caer, implican al PSOE y sus agentes, UGT y CC.OO, en un verdadero cachondeo donde ni la ley, ni la justicia, ni la decencia ni la vergüenza tienen sitio. Lamentablemente, el cachondeo está admitido, consentido e incluso admirado por millones de andaluces que elección tras elección creen preferible este cachondeo al comienzo de una etapa de cambio donde el paro, la corrupción y la sumisión política no sean "un hecho más de la vida, como el amor o la muerte", que dijo aquel parado de Cádiz a The New York Times, otra inolvidable frase.

Ejemplos para resumir. En esta Andalucía, hay una presidenta que huye de la prensa porque ya no puede simular más que no tiene nada que ver con lo que ha pasado. En esta Andalucía, hay una consejera que dice que el Plan Bici es el comienzo de un nuevo modelo productivo para rubor y burla de otro consejero. En esta Andalucía, se ha propagado que el sistema de salud es el mejor del mundo, de España, of course, y es el que menos invierte per cápita en la sanidad y el que menos camas tiene por habitante. En esta Andalucía, se ha dicho que la educación era la releche y es la comunidad que menos invierte por alumno, sus gobernantes le deben 800 millones a las universidades y estamos a la cola del informe PISA. En esta Andalucía, que presume de lo social, la Junta no le paga a los ayuntamientos los servicios de dependencia que les debe. En esta Andalucía hay millón y medio de parados y los planes de empleo no sirven para nada, salvo para perder en el camino millones de euros. En esta Andalucía, IU, en vez de contribuir al fin del régimen como en Extremadura, se apunta al carro y ya veremos cuánto cobró por ello. Para mayor cachondeo, ni siquiera han cuajado en esta tierra partidos políticos diferentes como en otras zonas de España, no sé, Ciudadanos, UPyD, etc. Y me duele decirlo, porque sigo defendiendo que es la única alternativa que tenemos de cambio, el PP andaluz sigue acéfalo, mudo, postergado por la superioridad, desangelado y sin explicar a los andaluces por qué y para qué hay que cambiar y cuánto bien se desprenderá de ese cambio para cada uno de nosotros, para el Sur y para España. 

Para colmo, el cachondeo hunde sus raíces en el pasado histórico. Gracias a una relevante aportación periodística de Alberto Reyes, se sabe ahora que ya se desviaba dinero público en tiempo de los almohades en Sevilla. Nada menos que en las obras de la Giralda y dos veces documentado, una por el cortesano almohade Ibn Sahib al Sala hacia 1188, y perpetrado por el primer corrupto conocido como tal, Muhamad Ibn Said. Poco después, el maestro Abu i Layz, el siciliano, causó un sobrecosto en los adornos de la cumbre de la Giralda en "100.000 dinares de oro". Pero, oigan, al menos, los califas afectados desterraron a los golfos. Aquí están clavados en las instituciones como chinchetas inoxidables. Y en esto, Los Morancos de Triana aplauden un referéndum sobre el futuro de Triana, de Andalucía y de España donde sólo pueden votar catalanes. Ele.

Ante tamaño cachondeo sólo podía hacer ya una cosa: despertarme. Pero al contrario de lo que le pasó al perseguido de Borges, cuando me he despertado el cachondeo todavía sigue aquí.

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