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Pedro de Tena

El arte de manipular las encuestas en Andalucía

En Andalucía está hoy la clave de España. Ayudemos al gran cambio que logrará que jamás las cosas vuelvan a ser como han sido en España alterando la inclinación de su eje de gravedad.

En el PSOE andaluz hay una ley no escrita sobre las encuestas. Si les benefician, meten miedo al adversario amenazándoles con una dominación casi absoluta como la que han ejercido en Andalucía desde las elecciones municipales de 1979. Si les perjudican, meter miedo a los propios votantes más quemados que la pipa de un indio asustando con una versión del viejo cuento del lobo: "¡Que viene el PP!". Como es sabido, en la propaganda socialista, el PP andaluz no es el adversario político: es el mal, el mal metafísico, el mal absoluto, mucho peor que cualquier forma de terrorismo islamista y que cualquier totalitarismo comunista. El PP es en el "imaginario" socialista, como se dice ahora, la versión política de Satanás. El caso es meter miedo e identificar con el mal eterno al principal partido de la oposición.

Acaba de salir, caliente está aún, la segunda encuesta importante que proporciona al PP bases para la alegría, el optimismo y la esperanza políticos. Primero fue un centro oficial y dependiente de la propia Junta el que declaró la presunta victoria electoral del PP de celebrarse las elecciones ahora. En este caso, hoy mismo, aparece en ABC otra encuesta que le pone a tiro la mayoría absoluta, el sueño de los sueños de Javier Arenas para poder gobernar Andalucía. Sabido es que mientras exista Izquierda Unida y posea algún poder arbitral, el PP no gobernará aunque le falte un voto para la mayoría absoluta.

Pero esta encuesta, a pesar de todo, le viene muy bien al aparato socialista.  Desanimado su ejército electoral por los mil y un desmanes de los dirigentes de su oligarquía, despechado por la infame gestión de Zapatero, artífice no siempre valorado del hundimiento del socialismo andaluz, desencantado con el "hijazo" y los "hermanazos" del presidente Chaves, desarmada su fe ante los datos rigurosos del desempleo, el PIB, la educación, la pobreza, la inferioridad regional, etc. y descompuestos sus flancos por el "sálvese quien pueda" que comienza a abrirse paso en medio de lo que puede ser una catástrofe general, sólo hay un elemento que puede unirla: el odio al diablo, la furia contra el demonio, la agresión contra el averno representado, cómo no, por el malvado Arenas.

Desgraciadamente, en la política no se juega con las reglas de la ciencia, la observación, la acumulación de datos, la formulación de hipótesis, la contrastación de resultados y la búsqueda sincera de la verdad por temporal que sea. Si así fuera, haría tiempo que el PSOE estaría fuera del poder, del Gobierno e incluso del mala político andaluz. Se juega con las emociones, cuanto más irracionales mejor. Se juega con las creencias, cuanto más infundadas mejor. Se juega con los prejuicios cuanto más inexpugnables mejor. Se juega con "imaginarios" doctrinales perversos, cuanto más perversos mejor, puesto que no responden, ni quieren, a la verdad, sino al interés electoral inmediato. En esto, reconozcamos que no solo juega el PSOE sino la mayoría de los partidos, si no todos. Ortega, que lo vio claro, dijo una vez que despreciaba a los políticos porque eran incapaces de buscar la verdad con sinceridad, seriedad y solvencia.

Pero permítanme que les recuerde, muy especialmente a los lectores andaluces de Libertad Digital y a todos en general, que a veces, entusiasmantes encuestas acaban en el mayor de los descalabros porque, tal vez, sólo tal vez, hayan sido manipuladas o puedan serlo para promover ese miedo del que se nutren las urnas socialistas. Recuerdo 1996. Fue por febrero. Demoscopia, la Demoscopia de toda la vida dirigida por un íntimo amigo democristiano de Javier Arenas, José Ignacio Wert, dio a conocer una encuesta en las páginas de El País. Nada menos que una victoria total del PP, El Partido Popular podría ganar por primera vez en Andalucía. El PP iba a ser el ganador logrando entre 45 y 48 escaños (en 1994 consiguió 41), mientras que el PSOE pasaría de sus entonces 45 escaños a 42 o 43. Según aquella encuesta, Izquierda Unida-Los Verdes sólo obtendría un máximo de cuatro escaños y el andalucismo, sólo 3. Es decir, el PP estaba en los límites de la mayoría absoluta y, desde luego, en la franja posible de un Gobierno de coalición con el Partido Andalucista.

El resultado real no fue aquel. Lo que ocurrió después fue que ganó el PSOE y gobernó con el andalucismo durante muchos años. 

¿Qué había ocurrido? Muchas cosas. El miedo al Belcebú de Olvera, el pánico a perder las pensiones – insidia destilada en no pocas cajas de ahorros dirigidas por el PSOE desde la presidencia a los cajeros (las elecciones fueron el día 3 de marzo, recuerden, por lo que estaban situadas en pleno período de pago de las pensiones)–, el horror al cambio... pero funcionó.

El PP de Andalucía, en cuyas manos está probablemente la hazaña de devolver a España el rumbo perdido como nación y de sembrar de confianza y sentido común un futuro compartido de convivencia en paz y en libertad –Rajoy solo no puede como cada vez resulta más evidente–, debe tentarse la ropa antes de hablar. La política es un extraño arte del que Javier Arenas tiene gran experiencia, no solo años. Hay quien hace algo durante años y no tiene experiencia de lo que hace. Decía un filósofo de Sevilla, don Jesús Arellano, mi primer profesor universitario, que "prudencia era hacer lo que se debe de la mejor manera" y añado yo, después de escuchar atentamente la opinión de los que deben ser oídos.

En Andalucía está hoy la clave de España. Ayudemos al gran cambio que logrará que jamás las cosas vuelvan a ser como han sido en España alterando la inclinación de su eje de gravedad. Pero, ojo, si ayudar no es callar, no es silenciar y no es asentir sin más tampoco es machacar sin miramiento sin comprender qué se cuece y cómo se cuecen las cosas en el Sur, el paraíso de la manipulación.

En España

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