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Pedro de Tena

El caballo de Tsipras

Tsipras ha actuado como un cobarde si es que pretendía realmente que el referéndum se perdiera.

Dice Montanelli, en su tragicomedia histórica sobre los griegos, que lo de Troya  fue el primer episodio de una guerra destinada a perpetuarse en milenios y no resuelta aún: la guerra del Oriente asiático contra el Occidente europeo. Tal vez, porque pronto se vio a Putin intrigando tras las bambalinas y quién sabe si alguien más. La Grecia de los aqueos hizo que el primer Occidente europeo ganara aquella batalla. Ahora es la Europa donde se ha conservado lo mejor de la aportación histórica griega la que parece ganar una batalla más de esa guerra contra la caricatura de la Grecia inteligente que son sus gobernantes actuales. Pero ganar esa batalla no es perder Grecia, una de las puertas de Oriente, ni confundir a los griegos con sus deshonestos gobernantes. Unos gastaron sin medida nuestro dinero, el de más de 500 millones de europeos, rompiendo las reglas de la hospitalidad económica. Los últimos han fraguado operaciones de baja estofa política para engañar a todos, pero especialmente a los propios griegos.

¿Cómo calificar la estratagema del referéndum? Además de la locura de querer confrontar soberanías o representatividades, algo insultante que nada tiene que ver con los hechos comprobados –a saber, que no se devuelve lo que se recibió prestado y que no se ha tenido hasta ahora la voluntad de ordenar las cuentas domésticas para poder hacerlo–, lo del referéndum de Tsipras debería pasar a la historia como una nueva versión del episodio del caballo de madera que los aqueos, los europeos de entonces, dejaron astutamente a las puertas de la ofensora Troya. Porque ¿qué ha significado realmente el referéndum, si es que significa algo? No hay otra explicación que el engaño. Primero se creyó que era una trampa tendida a la vieja y alelada Europa –el mejor exponente de la democracia, la libertad y el bienestar de todos los tiempos, a pesar de sus mezquindades y defectos–, para formalizar el impago por los siglos de los siglos amén con su no popular a Europa. Luego, alguien infectó la interpretación con la idea de que el referéndum fue convocado para ser perdido y así justificar una retirada de los 10.000 syrizos o más para que el marrón se lo comieran otros. Pero finalmente lo que parece es que el referéndum ha sido un caballo de Troya contra los propios griegos, a los que se prometió todo para cumplir nada. En el canto IX de La Ilíada se dice: "Es mi enemigo, como las puertas del Hades, el que oculta en la mente una cosa y dice otra". 

Cabe que algunos tontos hayan querido comparar a Tsipras con un valiente y astuto Odiseo, pero, recuérdese, antes de que zarparan las naves aqueas contra Troya, el héroe se fingió cobardemente loco para no combatir. No, Tsipras ha actuado como un cobarde si es que pretendía realmente que el referéndum se perdiera, explicación cada vez más sostenible, tras la genuflexión incondicional ocurrida después. En todo caso, ha actuado como un peligroso demagogo. Aristóteles, qué tiempos griegos aquellos, escribió que "casi la mayoría de los tiranos, por así decir, han surgido de demagogos que se han ganado la confianza calumniando a los notables" y adulando a los malos ciudadanos y a los pobres, añadía luego.  

Pero, eso sí, bienventurados los griegos cuando paguen lo que deben y consigan quitarse de encima a esos demagogos que no aman al pueblo sino que lo adulan, lo embrutecen y lo dividen para imponer la tiranía con engaños. Está escrito con todas las letras en el libro V de la Política.

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