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Pedro de Tena

El 'Libro del ABC de España'

Necesitamos como el comer un texto así, que nos recuerde a todos de qué hablamos y de qué hablan los ciudadanos de otros países cuando hablan de España.

No, no me refiero a libros que traten del periódico ABC o que hayan sido publicados bajo su marca. Los conocidos como libros del ABC eran libros auxiliares para los que empezaban a leer y que comenzaron a publicarse a raíz de la invención de la imprenta. Anteriormente, no existían más que las tablas alfabéticas. El libro del ABC más antiguo que se recuerda contenía el alfabeto, los 10 mandamientos, el padrenuestro, el símbolo de la fe, oraciones varias y las cifras. Era, pues, un libro destinado a párvulos o a principiantes en la lectura y en la portada solía aparecer un gallo como motivo de vigilancia y atención. Luego hubo libros del ABC de muchos temas. Aún hoy he encontrado el libro del ABC de los acuarios y en Hispanoamérica, ya extendido su uso a materias más definidas, aparecen aún libros del ABC de la pastelería, del circo e incluso, que ya es de nota, de la infertilidad.

Es lo que voy a pedirle a los Reyes Magos, mis reyes preferidos en este año que comienza. Un libro del ABC de España. En los últimos 40 años, la noción de España en sus elementos conceptuales básicos se ha ido diluyendo de tal manera que apenas es posible poner de acuerdo a dos ciudadanos acerca de lo que es España y la caracteriza, desde la lengua a las fiestas, desde la música al teatro, desde las costumbres a la poesía, desde el arte a la historia general. Si los ciudadanos son de dos regiones distintas, entonces es casi imposible la concordia sobre la esencia de España, nuestro país común. Por ello, necesitamos como el comer un Libro del ABC de España que nos recuerde a todos, sencilla y llanamente, de qué hablamos y de qué hablan los ciudadanos de otros países cuando hablan de España, una realidad histórica innegable, que, poco a poco y de la mano de sus enemigos que son muchos, dentro y fuera de sus fronteras, va desapareciendo de la conciencia de sus habitantes.

Como la cosa es especialmente difícil, se lo tengo que pedir a los Reyes Magos precisamente por eso, porque son magos. Cuando yo era un niño y no había ni Papá Nöel ni Santa Claus, se escribía una carta a estos Reyes, maestros en arte de domesticar el deseo infantil, de suscitar fantasías en torno a sus objetos y de disciplinar la economía familiar en época de vacas muy flacas. Además de excitar el deseo de leer y escribir para establecer relación con sus Majestades, la ilusión generada por sus expectativas era milagrosa. Nunca traían todo lo que se les pedía, pero siempre traían algo. Renuncio oficialmente a todos mis otros deseos y me quedo con la petición a mi rey, que es el negro Baltasar, de un Libro del ABC de España que el año que viene podamos pedir a todos los Reyes para todos los españoles, especialmente, para nuestros hijos, nietos, sobrinos y familiares varios.

A ver, escritores, editoriales, productores varios, poneos a ello, porque, además de ganar algo de dinero que nunca será mucho siendo como es un libro el destino de la promoción, no perderéis y prestaréis un importante servicio a esta nación que de ser la primera de la tierra durante un siglo está a punto de borrarse de la memoria de sus españoles.

En España

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