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Pedro de Tena

El proislamismo, enfermedad senil del izquierdismo

No sé qué atracción sentimental ni moral puede producir a las mujeres del izquierdismo senil la consideración de la mujer en el Corán.

Cuando éramos jóvenes antifranquistas –creí entonces, muy equivocadamente, que tal conducta comportaba amor a la libertad de cada cual y de todos–, desde la izquierda se blandía una crítica de la religión que la hacía incompatible con el progreso y el paraíso del porvenir. Desde el marxismo al psicoanálisis, desde el anarquismo y algún liberalismo al positivismo lógico, el nihilismo y otros ismos, la religión, toda religión, era considerada bien un ensoñamiento ilusorio, bien una traición al humanismo, bien un opio decadente, bien un infantilismo afectivo y sexual, bien una construcción sin fundamentos lógicos ni empíricos, bien una metáfora arbitraria contra los superhombres del futuro, bien una renuncia a la libertad esencial. Pero en la práctica, aquella crítica, de marcada raíz occidental, se centraba en el judaísmo y el cristianismo, sobre todo en su versión católica. Aunque Marx tenía claro que el islamismo dividía peligrosamente a las personas en fieles e infieles a extinguir, sus últimos epígonos izquierdistas europeos y americanos callan como ratas o apoyan como idiotas lo que, desde sus fundamentos teóricos, deberían combatir. Y esto, ¿por qué?

No encuentro explicaciones suficientes para este descalabro intelectual. Por ejemplo, no sé qué atracción sentimental ni moral puede producir a las mujeres del izquierdismo senil que nos asuela la consideración de la mujer en el Corán y en los regímenes y sociedades islámicos. En general, no sé qué extraño magnetismo puede inducir a estas izquierdas avejentadas a aceptar servilmente sociedades islámicas donde no sólo la libertad, que por supuesto, sino la más mínima igualdad son atacadas ferozmente. De un jeque del petróleo a un obrero magrebí, ¿cuánta diferencia puede haber? Desde homosexuales colgados en las calles a la existencia de aristocracias de sangre pasando por estructuras machistas, teocráticas y dictatoriales, todo debería ser objeto de denuncia para esta enloquecida izquierda. Lacera públicamente a la Iglesia Católica, que, inspiradora de la libertad de conciencia y la caridad voluntaria, aceptó la democracia hace mucho tiempo, pero no bromea siquiera sobre el islam, Mahoma o el Corán. Es más, incluso le parece mal que alguien lo haga, como Charlie Hebdo. No se ha visto nunca a un cantautor progre cocinar a un Mahoma ni a feministas radicales despecharse en las mezquitas.

En todo este irracionalismo vergonzoso de estas izquierdas ideológicamente demolidas, sólo persiste como una bandera indestructible su desprecio a las libertades que representa Occidente, ese Occidente que nació con la filosofía griega, el derecho romano, el judaísmo y el cristianismo y que hoy domina tecnológica y políticamente el mundo. Occidente es la "gran cosa mala", el diablo medieval, que representa la unión de todos los males sin mezcla de bien alguno, el infierno, un infierno que, fíjense a dónde llega esta alienación mental, ha hecho posible que más personas que nunca jamás en la historia pueden disponer de bienestar y libertades gracias a una ciencia eficaz y unos Estados de Derecho incluyentes. Parece que en la deriva socialcomunista que vivimos, el islamismo, debido, sobre todo, a sus inclinaciones totalitarias e internacionalistas, podría ser un compañero de viaje contra este infame Occidente. Y en batiburrillo orgiástico intelectual, se añaden el odio a los judíos heredado de los nazis (que fueron apoyados por no pocos islamistas) y los estalinistas y la aversión al capitalismo y a sus modos de vida, por supuesto mucho más igualitarios que los practicados en las sociedades islamizadas. ¿O son estos izquierdistas tarugos los que son compañeros de viaje del totalitarismo islámico?

No logro entender este enamoramiento de nuestra izquierda degradada por un islam que degüella públicamente a voluntarios pacíficos y periodistas y que atenta contra caricaturistas y todo tipo de infieles sin distinción de militares y civiles. Sigo sin comprender sus vergonzosos y horribles silencios, salvo que estén cagados de miedo y sólo se atrevan –qué mezquina valentía– con quienes saben que no les cortarán el cuello. Que hasta Mohamed VI combata más a los yihadistas que esta nuestra bochornosa izquierda debería darles vergüenza.

Ah, y no olvidemos su demagógica defensa de la tolerancia religiosa y cultural aquí, en Córdoba, por ejemplo, y su amnesia impresentable sobre la intolerancia anticristiana en los países islámicos. Ni siquiera recuerda ya que la tolerancia, para serlo de verdad, ha de ser recíproca. Qué ridícula senilidad la de esta chochera.

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