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Pedro de Tena

El PSOE y los inmigrantes

Y ese repentino amor a los inmigrantes que ya están legalmente instalados –un millón o más de votos reales– se combina con una política de cierre de fronteras rayana en el insulto a los más elementales derechos humanos

Para que nos enteremos de una vez, digamos que en las entrañas ideológicas y éticas del PSOE el dolor de los pobres no tiene relevancia alguna. El marxismo original, una ideología fría, decía ayudar a los pobres no porque fueran así o su sufrimiento fuese moralmente inaceptable para corazones humanistas, sino porque los pobres –el proletariado–, representaban la fuerza histórica decisiva que derribaría, mediante el juego de las contradicciones, el sistema capitalista, una fase más de la historia. Dicho de otro modo, en la Edad Media, durante el feudalismo, la fuerza histórica decisiva fue la burguesía urbana. En aquel tiempo, a un marxista consecuente el martirio de los siervos le hubiera importado un pimiento, puesto que su tarea política hubiera sido ayudar a la burguesía a conseguir el poder. Esta es la verdad. Es decir, no se trata de moral ni de ética. Se trata de "ciencia" marxista.

Este preámbulo viene a subrayar que en la fase actual de la historia, la fuerza histórica decisiva ya no es el proletariado, sino la combinación ininteligible de clases, sectores y estratos sociales y culturales que damos en llamar "votantes socialistas". El artefacto fundamental de este conglomerado es el Partido, el Partido Socialista, una vez fagocitado casi hasta el rabo el viejo topo del comunismo. Todo lo que beneficie el ascenso del socialismo y su estructura socio-política es bueno, todo lo que le perjudica es siempre malo. De aquí al oportunismo ideológico, político y moral sólo hay un paso, paso que ya ha dado varias veces el PSOE.

¿Qué es un inmigrante para el PSOE? Humanamente, algo insignificante (aunque muchos o pocos socialistas individuales sientan un sincero dolor ante su sufrimiento). Políticamente, es la posibilidad cierta de conseguir un incremento de votos de entre un 3 y un 4% en las próximas elecciones y el hacha política con la cual dividir en dos el cuerpo de los votantes del centro derecha. Cuando los ideólogos del PP, si es que tal especie existe, afean al PSOE su cambio de discurso en torno a la inmigración, muestran que no han entendido nada. Para vencer a un adversario, lo primero que hay que hacer es comprenderlo. Sólo el que comprende se anticipa y sólo el que se anticipa, y además resiste, gana.

Es cierto que José Bono dijo aquello de que era preciso el "papeles para todos", y que Caldera y otros practicaron esta política absurda que ha estado a punto de llevarnos al desastre y que quizás lo haga ahora que la "casi recesión" nos invade definitivamente cargando de dolor las espaldas de los inmigrantes albañiles y pintores, entre otros muchos. Cuando Bono y Caldera actuaban así, lo hacían porque era imprescindible ganar las elecciones de 2004 y el voto de los inmigrantes podía ser decisivo. En una estrategia más de fondo, la cuestión de los inmigrantes podía conseguir, como consiguió Mitterrand, el desgarro del centro derecha dando a luz un sector intransigente, como pasó en Francia con Le Pen. Tal división aseguraría el dominio electoral socialista durante algunos años, incluso décadas. Si el PP se fractura en dos, las victorias por mayoría siempre serán del PSOE. Ya lo vamos entendiendo.

Ahora, muerto Caldera, políticamente, se entiende, y recluido Bono en el Congreso de los Diputados, se trata de obtener el voto de inmigrantes. No de manera indirecta a través del miedo a un PP que exige papeles y cierra las puertas, sino por el voto directo mediante el reconocimiento del sufragio a los inmigrantes que ya están aquí. Y ese repentino amor a los inmigrantes que ya están legalmente instalados –un millón o más de votos reales– se combina con una política de cierre de fronteras rayana en el insulto a los más elementales derechos humanos de los que luego se presume con una cara de hormigón armado. Por eso se ha defenestrado a Caldera, partidario de la política de puertas abiertas que tantos disgustos internacionales ha dado a su jefe.

Todo esto viene a colación de las 29 personas, entre ellas nueve niños ya nacidos y alguno ni nacido, procedentes de Marruecos, que esta semana han muerto a consencuencia de la acción de mafias piratas y policiales sumidas en estrategias políticas nada consecuentes en la Europa supuestamente liberal que no libera los aranceles ni las fronteras para los productos africanos. Tampoco son coherentes con el socialismo desprovisto de contenido moral. En ambos casos, los hechos claman ante las personas de buena voluntad.

Descansen en paz y sea prohibido el descanso para nosotros, europeos que tenemos el deber de demostrar que las libertades y la convivencia son superiores a las opresiones y la intolerancia, si no logramos impedir estas tragedias. Para nosotros, el sufrimiento ajeno gratuito o evitable es una inmoralidad que debemos combatir. Ahora, en la Edad Media o en siglo XXV. Frente a la supeditación de la ética a la política "científica" del socialismo heredero del marxismo, nosotros debemos rescatar al viejo Kant y decir con él: "Ningún ser humano debe ser considerado un medio, sino un fin en sí mismo." Siempre. No según.

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